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Juan José Millas

Ya es la hora

El fisioterapeuta me preguntó qué tal me iba con mi psicoanalista. Yo estaba boca abajo, con el rostro incrustado en la ventana de la camilla. De vez en cuando, aparecían en mi campo de visión las zapatillas anatómicas del fisio, que me trabajaba el hombro izquierdo, donde acumulo una tensión enorme.

- ¿Por qué tal concentración de nudos en ese lado? -le pregunté.

-Ni idea -dijo-. Cada persona somatiza en un hemisferio. Puede ser un problema de estrés.

Y enseguida añadió:

- ¿Qué tal con la psicoanalista?

Le había confesado en algún momento de debilidad que me analizaba y el hombre sentía una curiosidad morbosa por el asunto.

-Me va bien -le dije.

-No para el hombro izquierdo -replicó él-. Ni para el esternocleidomastoideo, que lo tienes muy rígido.

El esternocleidomastoideo es un músculo fundamental para la sujeción de la cabeza, que pesa lo suyo. A veces se me contrae, ejerciendo sobre un nervio del cuello una presión que finalmente se traduce en neuralgia.

Esa misma tarde, en la sesión de análisis, hablé de mis problemas musculares e insinué que se debían al estrés, más que a cuestiones de orden físico.

- ¿Me está reprochando -dijo la psicóloga- que el psicoanálisis no se los alivie?

- No soy yo -dije-. Es mi fisioterapeuta.

- ¿Qué dice su fisioterapeuta?

-Que los asuntos de orden psíquico -mentí- son competencia suya, no de él.

- ¿Su fisio ha estudiado psicosomática?

-Un poco, me parece.

-Pues que lo analice él -replicó irónicamente.

- ¿Y usted me daría los masajes?

-Ya es la hora -dijo, pese a que solo llevábamos diez minutos de consulta.

Y eso fue todo.

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