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Joaquín Rábago

No dejarse achantar por Donald Trump

Cómo es posible que los gobiernos europeos parezcan achantarse por las amenazas del bocazas de la Casa Blanca

Hace tiempo que me pregunto, nos preguntamos muchos, cómo es posible que los gobiernos europeos parezcan achantarse por las amenazas del bocazas de la Casa Blanca.

Se queja Donald Trump, por ejemplo, de la diferencia entre los aranceles que pagan los automóviles europeos importados por EEUU frente a los que gravan en Europa a los coches de fabricación norteamericana.

Pero si bien es cierto que la UE tiene un superávit en el comercio exterior con EEUU --169.000 millones de dólares en 2018-, ese desequilibrio afecta fundamentalmente a los productos industriales o del sector químico.

Hay que ver, sin embargo, el conjunto, y por ejemplo en los servicios, la ventaja corresponde a EEUU, lo cual equilibra más o menos el comercio bilateral. Como dice el economista alemán Gabriel Felbermayr, Europa, Europa suministra el "hardware" y EEUU, el "software" (1).

Los grandes negocios de las empresas estadounidenses corresponden a los servicios financieros, sobre todo los bancos de inversión, al comercio electrónico como Amazon o a los gigantes especializados en productos y servicios relacionados con Internet y las nuevas tecnologías (Google, Facebook y otros).

Empresas norteamericanas del sector digital que tienen filiales en Europa, pero que pagan impuestos, cuando pagan, en países europeos de baja tributación como, por ejemplo, Irlanda. Y el mercado europeo para ese tipo de productos es de momento y con distancia el mayor de todos.

A lo que hay que añadir el hecho de que los países europeos son comparativamente más abiertos que EEUU en la adjudicación de contratos públicos.

Los gobiernos europeos tienen pues un arsenal importante para contestar a las amenazas norteamericanas: podrían, por ejemplo, amenazar con gravar a las empresas tecnológicas si EEUU aumenta, como ha amenazado, los aranceles a las exportaciones de coches o de otros productos europeos.

Algunos gobiernos de la UE, como el francés, primero, y ahora el español, ya han anunciado su decisión de aplicar un impuesto- - por cierto, casi ridículo- a las empresas del sector digital aunque, por miedo a las represalias de Washington, ambos países han retrasado hasta final de año su aplicación.

Por temor a la reacción del colérico Trump, pero también en espera de que otros países europeos y de la OCDE se animen a seguir su ejemplo: el problema de la UE sigue siendo la división de sus miembros, que tienen muchas veces intereses divergentes, algo que trata de aprovechar Washington.

La nueva presidenta de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen, quiere negociar con Trump, y hay quien le aconseja que muestre frente a él más firmeza, por ejemplo, que la que mostraron los chinos tras las amenazas del republicano.

"Los chinos terminaron firmando un acuerdo que equivale a una capitulación en política comercial", señala el antes citado Gabriel Felbermayr, director del Instituto de Economía Mundial de Kiel (Alemania).

Según el economista alemán, "los chinos se comprometieron a comprar a EEUU más mercancías mientras que los norteamericanos no se comprometieron a nada".

Hay que saber negociar para llegar a un equilibrio, explica Felbermayr, y si EEUU quiere que "reduzcamos los aranceles a las importaciones de bienes industriales o del sector agrícola, tendremos que exigirles que reduzcan las barreras que dificultan la adjudicación a empresas europeas de sus contratos públicos".

Felbermayr critica la debilidad negociadora de Alemania, que compara con la mayor agresividad de franceses o británicos a la hora de defender sus intereses nacionales aunque reconoce que eso está empezando a cambiar.

En su opinión, la Organización Mundial del Comercio, blanco también de los ataques de Trump, es "una reliquia de un tiempo que ya no existe". Cuando se fundó, se creía que todos los países iban a caminar juntos y democráticamente hacia la economía de mercado.

Pero hoy no es así: Estados Unidos y China no están dispuestos a aceptar un sistema internacional de reglas comerciales. Europa debería pues negociar acuerdos bilaterales con otros países para evitar que sean al final chinos y norteamericanos quienes terminen imponiéndose.

(1) En declaraciones a Die Zeit

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