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Matías Vallés

Arrimadas se disuelve

La caída empieza en el punto más alto, así que el inicio del declive de Inés Arrimadas debe fecharse en diciembre de 2017. La proclamación de Ciudadanos como la fuerza más votada de Cataluña fue una conquista individual de su cabeza de lista, un bofetón en pleno rostro del independentismo por mucho que preservara la mayoría absoluta. La campaña vencedora consistió en repartir "infamias" a diestro y siniestro. Tras quedar primera, no se le ocurrió mejor plan que denunciar más "infamias". Demostró que no sabía ganar, y el electorado castiga implacable a quienes no aplican su veredicto. A fin de cuentas, Albert Rivera y Arrimadas huyeron de Cataluña, igual que Puigdemont. Cuanto muerto de éxito.

Rivera también se encargó de acabar personalmente con Arrimadas, antes de hundir a Ciudadanos al completo. El líder menos añorado de la política española no podía tolerar el resplandor de la mujer que debió encabezar el cartel del partido en las generales. En lugar de afianzarse frente a un personaje comido por el rencor, la triunfadora de las últimas catalanas se sintió asaltada por el pánico escénico. Aparecía en las fotos de comparsa del hombre a quien no votó ni su adoquín. Desde el segundo plano, asentía con el gesto y dibujaba con los labios la palabra "infamia".

Culminada la única derrota posible, Arrimadas se disuelve en el PP, con candidatos como Núñez Feijóo conscientes de que pierden votos al cargar con la formación parasitaria. La primera Ciudadana extingue a su formación, pero alguien debiera informar a las televisiones estatales, que siguen solicitando las reacciones del partido naranja como si estuviera situado por encima de Vox, Podemos o ERC, por citar solo tres de las formaciones que aventajan a sus diez esmirriados escaños. El evadido Rivera y la liquidadora Arrimadas han cumplido su objetivo, que Ciudadanos no creciera peligrosamente.

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