El sistema Universitario valenciano empleó en investigación a 19.015 personas, entre personal investigador, personal investigador en formación y técnicos y auxiliares de investigación. Ello supone el 48% de los empleos en I+D de la Comunitat Valenciana y el 12% del sistema universitario español, según los últimos indicadores de RUVID.

Vaya por delante que no me gusta el concepto de recursos humanos en un sentido empresarial del término, del mismo modo que no me gusta denominar clientes a los estudiantes o a las empresas con las que realizamos nuestras actividades de transferencia. Los investigadores formamos parte de una comunidad esencialmente vocacional y profesional al servicio de una función pública. De hecho, la Ciencia es universal y los avances de unos se asientan en los progresos de los otros, sea cual sea el país o la zona del mundo dónde se obtengan. Eso hace que los problemas que suelen afectar a los investigadores puedan ser comunes en todas las partes del mundo, pero también puedan estar influidos por las leyes y condiciones socio-laborales en las que se desarrolla el trabajo de investigación en cada país, o incluso en cada Universidad.

En este sentido, me gustaría llamar la atención sobre el hecho de que el carácter vocacional de la investigación, no debe ser óbice para que su desarrollo se corresponda con unas condiciones laborales dignas. Debe desmitificarse el estereotipo del investigador obsesionado con su trabajo que solo vive para la Ciencia y renuncia a una vida personal plena. Los resultados del trabajo de todas estas personas, tienen un impacto directo en el progreso económico y social de los países dónde se genera. Por eso es importante para nuestro País y para nuestra Comunitat retener el talento generado en nuestras Universidades y atraer talento que, en estos momentos, se encuentra en el extranjero. ¿Cuáles son los problemas que nos pueden impedir tener un personal investigador adecuado a nuestro sistema universitario?

Podemos dividir los problemas en tres categorías: la primera de ellas afecta al régimen jurídico laboral de las personas que se dedican a la investigación; la segunda, a la financiación de esos recursos humanos; y la tercera, a las condiciones psicosociales en las que se desarrolla la labor investigadora.

Respecto a la primera cuestión, en nuestro país confluyen dos modelos contractuales paralelos: el establecido en la Ley Orgánica de Universidades (LOU) y el establecido en la Ley de la Ciencia. Eso determina que en los primeros estadios de la formación de un investigador puedan concurrir contratos laborales diferentes: los contratos predoctorales financiados en convocatorias públicas, y los contratos de Ayudantes contemplados en la LOU. Es un principio básico del Derecho laboral que, a igualdad de trabajo, igualdad de sueldos y condiciones, por lo que éste debe ser un objetivo que hay que alcanzar. A mejorar estas condiciones se dedicó el Estatuto del Personal Investigador en formación (EPIF) que, si bien fue un paso en la mejora de las condiciones salariales y laborales de los contratados predoctorales, debería tener continuidad en otras figuras postdoctorales. En efecto, el problema es que, una vez formados estos investigadores, se genera una pirámide invertida que convierte en muy difícil el acceso a los siguientes niveles de la carrera investigadora. En el caso de la Universidad, es aún más grave, ya que la provisión de plazas está muy ligada a las necesidades docentes, porque los planes de financiación autonómicos también lo están. Así pues, la ausencia en las universidades de una carrera investigadora, impide retener talento si las plantillas de los departamentos están suficientemente dotadas para cumplir con su carga docente. En otros casos, se han producido contrataciones concatenadas de personal investigador con cargo a proyectos, cuando la necesidad de ese personal se ha demostrado que era estructural y no solo coyuntural. El nuevo contrato indefinido para la ejecución de planes y programas públicos de investigación puede contribuir sin duda a revertir esta situación.

En el caso de las Universidades Públicas, las rigideces a la hora de contratar investigadores y sobre todo de estabilizarlos, ha provocado, incluso en algunas comunidades Autónomas la creación de fundaciones a través de las cuales poder atraerlos. Una excelente iniciativa ha sido el Plan Gent-T de la GV y el programa Beatriz Galindo a nivel estatal, para contratar investigadores de prestigio. Sin embargo, la estabilización de estos investigadores distinguidos cuando acaban los 5 o 6 años de los contratos, sigue siendo también un problema sin resolver, que incluso puede hacer desistir a muchos investigadores de venir a universidades en las que no se les pueda garantizar la estabilidad.

¿Qué se puede hacer a este respecto? En primer lugar, conseguir que los planes de financiación de las Universidades contemplen los resultados de la investigación, además de la calidad docente. Que se aumente la financiación en la etapa postdoctoral y se contemple una carrera investigadora indefinida en el tiempo, que permita desarrollarla en unas condiciones económicas y laborales dignas. El anuncio por parte del President de la Generalitat Valenciana de una comisión de expertos para el estudio de la financiación de las Universidades es una excelente noticia, que pensamos debe resolver estos problemas.

Finalmente, se ha abierto un debate muy interesante en el último año sobre los aspectos psicosociales en los grupos de investigación. Se ha llegado a decir que se está produciendo una crisis de salud que afecta a la Ciencia. En efecto, el estrés por una competitividad feroz en la cantidad de los resultados publicados en revistas de impacto, la inseguridad en la carrera investigadora, la falta de alternativas, o el miedo a no obtener financiación que permita mantener los proyectos, se convierten en riesgos psicosociales graves que pueden afectar al buen funcionamiento de los grupos y, lo que es peor, a los modelos que estamos ofreciendo si queremos despertar vocaciones científicas. Trabajar en códigos de conducta de la investigación similares a los que ya se están utilizando en la Unión Europea, es otra de las cuestiones que nos debe ocupar en el corto plazo.

Cualquier organización, si quiere prestar un servicio de calidad, necesita una adecuada combinación de recursos materiales y humanos. Lo importante es tener claro que los materiales son fungibles y reemplazables, pero las personas no. Un talento perdido es insustituible. Un despilfarro que no nos podemos permitir.