El 31 de enero, después de un parto que ha durado más de tres años, el Reino Unido se ha ido de Europa, y la pregunta que casi todos nos hacemos es ¿de verdad alguna vez quisieron ser Europa? Y ahora que el embrión de los nacionalismos ataca en casi todos los frentes como si de un «coronavirus» se tratase -ahora parece que se llama 2019-nCoV-, y en pleno conflicto de identidad nos deja el humanista y profesor George Steiner.

La posibilidad común de entendimiento y su universalismo hacen de Steiner el engrudo que nos hace falta frente a los nacionalismos, ya que él no creía en las fronteras y su punto de referencia sería la mesa de un café y un libro, lo que hoy en España podría ser un bar en un pueblo de Valencia y una tertulia sin condiciones, sin totalitarismos porque el mal denominado populismo no une, sino que separa y la Europa unida, sin fronteras, tiene pendientes para formar parte de ella de momento, Albania, Montenegro, Macedonia del Norte, Serbia y Turquía.

Acabo de leer que la colonia inglesa más numerosa de Europa está en la cercana Orihuela, lo que nos debe hacer meditar sobre las numerosas consecuencias del Brexit, y hacer como Steiner en su lucha frente al proyecto político del populismo de Johnson, e intentar que el día de mañana de los 27 seamos 32 o más, dentro del entendimiento frente a separatismos absurdos y trasnochados.

No debemos olvidar que los nacionalismos no son progresistas y debemos recordar a alguien que recientemente nos ha dejado, José Luis Cuerda, con su visión extensiva de la vida y cuando amanece en Ayna, o en Lietor o en Molinicos, es para todos, seamos o no contingentes, porque en el fondo somos necesarios y deberíamos sentarnos en ese bar de Ayna sin fronteras, eso sí que es progresista.

Es difícil, muy difícil valorar en este momento lo que a los ingleses de Orihuela-costa les deparará en un futuro, con sus DNI, sus permisos de conducir, incluso con sus desplazamientos, ya que la frontera que antes no existía, ahora existe, y todo o casi todo serán trabas burocráticas y me imagino que alguien en algún sitio se percatará del error.

Hace ni más ni menos que 1220 años cuando Carlomagno imprime el marchamo de Unidad Europea tomando cuerpo aquella utopía, siendo la historia la que ha venido intentando ese universalismo europeo, con grandes altibajos, pero creo que es mejor dejar a la historia que siga su camino.