Pasan los años y vamos dejando atrás la infancia, y como un terremoto llegó la adolescencia y la juventud, despertando la atracción hacia aquellas niñas de nuestra edad, a las que les gustaban los chicos mayores que nosotros. Las veíamos pasar con sus uniformes de Jesús María o del Carmen cuando salían del colegio, o cuando terminaban las clases particulares con las hermanas Caparrós. Todo ello, se producía en los días lectivos, porque al llegar al domingo cambiaban su atuendo para ir al cine o pasear dando una vuelta a los puentes o por los Andenes. Por supuesto, por el primer andén, ya que el segundo quedaba eliminado en favor de las parejas.

En los primeros años sesenta del pasado siglo (ha llovido mucho y otras veces menos), el cumplimiento dominical con la misa, por lo general se llevaba a cabo en los colegios y en la de una en la catedral.

Empezábamos a tener pandilla y tras la misa, en la Glorieta se quedaba para la tarde, en la que las sesiones dobles en el Salón Novedades, en la parte alta, nos hacía disfrutar con películas como «Ama Rosa», «El Álamo», «Éxodo» u otras de Alfred Hitchcock. Nos gustaba la música de Mantovani y su orquesta, e iban adentrándose en nuestra juventud otros ritmos como los de «The Beatles».

Después de misa, empezábamos a frecuentar el Kiosco Medina en el primer Andén, y el almuerzo era algo especial, en el que nuestras madres se esmeraban mejorando el menú diario. Entre semanas era obligado uno de los días «arroz de los tres puñaos», y lo martes, día de mercado, no faltaban unas patatas hervidas y un huevo frito con ajos tiernos y una sardina «de bota». El cine empezaba pronto y también frecuentábamos el Avenida, el Riacho, el Casablanca y el Teatro Circo pero, sobre todo, nuestra cita con las chicas era, como decía en el Salón Novedades. Todavía quedaba tiempo en la tarde para organizar algún guateque, en la casa de aquel o aquella que disponía de tocadiscos. Eso sí, bailando agarrado pero a distancia (con palanca, decíamos) y comenzando a practicar nuevos bailes como el rock, el twist y la yenka (izquierda, izquierda, derecha, adelante, detrás, un dos, tres). Por supuesto, entre las chicas ponían sus ojos en Manolo y Ramón, el «Dúo Dinámico», y se extasiaban escuchando «Lolita» o «Quince años tiene mi amor». Realmente tendríamos unos y otras esa edad, y cuando escuchábamos «Perdóname», la tatareábamos y no sabíamos con exactitud por qué pedíamos clemencia, pues realmente no habíamos hecho nada malo.

Otra alternativa de aquellos años, nos hacía acudir al Fuyga en la calle Calderón de la Barca, o al Casino Orcelitano donde nuestros padres estaban en atenta vigilancia para comprobar con quién íbamos.

Era frecuente para los chicos ir a merendar a la Cantina de la Estación o acercarse a tomar un quinto de cerveza con un pastel de carne murciano en la calle de San Juan.

Pero de lo que tengo mejor recuerdo era la vuelta a los puentes, una y otra vuelta con un ritual improvisado, ya que unos llevaban la dirección de levante a poniente, y otras al contrario. Si alguna vez nos acercábamos a alguna chica, si no le interesaba nuestra compañía, inmediatamente se cambiaba de lugar y ponía a una amiga a nuestro lado.

Así, vuelta a vuelta, con alguna parada en el Brisa que regentaba Jesús, en el Zara, en el Colón o en el Hogar del Camarada en la calle Mayor, donde se encontraba Radio Orihuela. Así, saludando a unos y a otros, una y más veces, hasta que llegaba la hora de la cena. Poco habíamos estudiado para la siguiente semana y nos tocaba trasnochar un poco para ponernos al día con los estudios. Todavía se escuchaba la radio en familia y empezó la televisión a meterse en los hogares, con programas que llegaban en blanco y negro y con obras de teatro de calidad.

¡Cómo pasa el tiempo!, y parece que fue ayer y, sin embargo han caído muchas hojas del calendario en esos casi sesenta años, en los que habían dos día muy especiales, como el Domingo de Ramos, que tras «las Mantillas» aguardábamos la procesión de «los Azotes» disfrutando con un chocolate con mona en el Hotel Palas. Era un domingo de bonito, o sea de estreno, en que por la mañana después de la procesión de «las Palmas» se lucía el traje nuevo confeccionado en sastrería, ya que todavía no había imperado la confección. El otro día especial, era el Domingo de Resurrección, en que por la tarde, en el Salón Imperio del Casino Orcelitano se llevaba a cabo la coronación de la Reina del Azahar, que era como una puesta de largo de las chicas de entonces.

Son recuerdos de aquellos años en que despertábamos a la vida y veíamos pronta la marcha fuera de Orihuela para seguir los estudios.