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Prórrogas peligrosas

George Steiner, fallecido el lunes pasado, se había hecho tiempo atrás una entrevista (con la ayuda de su amigo Nuccio Ordine) para publicar al día siguiente de su muerte. En ella, entre frases brillantes, anuncia para 2050 la apertura de su correspondencia secreta con una amiga. Otro judío descreído, Elías Canetti, dejó algo parecido hasta 2024.

Aunque el pretexto sea no dañar a los allegados, quizá lo que lleve a jalonar estos señuelos sea la idea de que, mientras otros nos recuerden, algo de uno sigue vivo. Sin embargo, pudiera ser que esa pervivencia del recuerdo sea el purgatorio del intelectual, condenado a estar en boca de unos y otros largo tiempo sin poder responder, vagando como un espectro, hasta que se hace el silencio, nadie lo cita y alcanza el descanso. La inmortalidad -caso de Canetti, seguramente- sería por tanto el infierno (está escrito: los primeros serán los últimos).

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