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Luis M. Alonso

Internacional identitaria

Todo cambia de pelaje para seguir siendo igual en un mundo distinto pero gatopardista. La ultraderecha europea apela al "conservadurismo nacional", un concepto divulgado por la nieta de Le Pen con el que se intenta descodificar el fascismo adaptándolo a los nuevos tiempos. En realidad el fascismo nació y murió con Mussolini, pero en los últimos cien años se ha revuelto como una ola léxica que sube, baja y siempre remonta, a veces con interpretaciones distintas de su significado original. Basta con que los aludidos fascistas no sean comunistas ni socialistas revolucionarios para señalarlos.

El fascismo coloquialmente define con frecuencia a autoritarios, racistas y machistas, o simplemente al funcionario destemplado de una ventanilla o al guardia que pone una multa. En España, por ejemplo el apelativo facha, dulcificador por anodino, se le está aplicando ahora a todos los que discrepan con el nacionalismo y lo combaten. A su vez, el nacionalismo, que sí tiene una especial implicación histórica dentro del movimiento fascista, se siente, incomprensiblemente, al margen, y sus seguidores recurren al término como calificativo contra el adversario. Giorgia Meloni, la líder europea de la ultraderecha y de Fratelli d'Italia, de ideología conservadora nacionalista, no es exactamente Giorgio Almirante, el heredero misino y exjerarca de la República Social fascista después de la Guerra, pero cree en cosas muy parecidas a las de Viktor Orban, el primer ministro húngaro, otro nacional conservador.

Abascal ha acudido a la llamada de esta nueva internacional identitaria bajo el lema "Dios, honor y país". Al final, siendo diferente porque los significados de mal usarlos se banalizan, todo suena un poco a lo mismo, ¿no les parece?

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