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Joaquín Rábago

El «impeachment» de Trump saca a la luz las vergüenzas de republicanos y demócratas

El «impeachment» lanzado por los demócratas de EE UU contra el actual ocupante de la Casa Blanca, el republicano Donald Trump, será, como pronosticaron ya muchos, un intento fallido, pero que ha sacado a la luz las vergüenzas de ambos partidos. Los legisladores republicanos han demostrado que, más que salvaguardar el prestigio de la institución que aquél ocupa, les importaba garantizar su propio futuro político aun a costa de proteger a uno de los presidentes que más ha abusado del privilegio ejecutivo en beneficio propio, de su familia y de sus amigos. Un presidente que ha demostrado una y otra vez que le traen sin cuidado los derechos humanos y que no ha dudado en cortejar a déspotas y autócratas siempre que ello beneficiara a los intereses de cuantos le apoyan mientras desairaba y sembraba la confusión entre sus aliados.

Trump ha pretendido erigirse una y otra vez en juez universal, imponiendo sanciones económicas a troche y moche para forzar la voluntad de los gobiernos desafectos, y castigando a las empresas de países soberanos que se niegan a secundarlas. En uno de sus numerosos actos de flagrante nepotismo, mientras llamaba a sus compatriotas a comprar productos «made in USA», eximía de los aranceles y sanciones que forman parte de su errática guerra comercial con China al negocio de importación de su hija Ivanka, que para eso es él presidente.

Al lanzar finalmente, tras numerosas vacilaciones de la líder de la mayoría en el Congreso, Nancy Pelosi, el proceso de destitución contra Trump, los demócratas tal vez no previeron que ese proceso podría volvérseles en contra por culpa de su equivocada estrategia y de la total falta de escrúpulos de los republicanos. Así, aprovechando la tribuna del Senado, convertido en tribunal, la defensa legal de Trump no dejó escapar la ocasión de denunciar al candidato favorito del establishment demócrata en esta nueva carrera presidencial por un caso que afecta a su hijo y que podría indicar otro caso de nepotismo y de injerencia en la política ucraniana.

Mientras el aspirante demócrata a la Casa Joseph Biden ocupaba el cargo de vicepresidente en el Gobierno de Barack Obama, su hijo, Hunter, fue contratado por la compañía gasista ucraniana Burisma con unos emolumentos multimillonarios. No tenía ninguna experiencia en el sector energético, y él mismo hubo de reconocer en cierta ocasión que no le habrían contratado de no llevar ese apellido. Si en su «impeachment», los demócratas culparon a Trump de poner en riesgo la seguridad nacional de EE UU al condicionar la entrega de la ayuda militar a Ucrania a que su nuevo gobierno investigara por fin a Hunter Biden, los republicanos contraatacaron, acusando al exvicepresidente de haber presionado al anterior gobierno de Kiev para que bloquease la investigación por corrupción de la empresa para la que trabajaba su hijo.

Siguen empeñados los demócratas en culpar de la derrota de su candidata, Hillary Clinton, en las pasadas presidenciales norteamericanas a las injerencias de la Rusia de Putin, sin que se les ocurra pensar que algo hizo aquélla mal. Pero cuando se trata de Ucrania, ambos partidos recurren a los mismos argumentos de Guerra Fría. Unos y otros apoyan la ayuda militar a ese país, al que, sin que forme todavía parte de la OTAN, consideran un socio estratégico frente a la «amenaza expansionista» del Kremlin, puesta en evidencia con su anexión ilegal de Crimea. Y sólo el hecho de que Trump intentase chantajear a Kiev con esa ayuda militar para perjudicar a Joe Biden en sus aspiraciones a sucederle, hizo que la misma se convirtiera en materia de disputa entre republicanos y demócratas, que sólo parecen ver la paja en el ojo ajeno y nunca la viga en el propio.

Como conclusión, quisiera citar las cínicas, aunque realistas palabras, de Alan Dershowitz, miembro de la defensa de Trump: «Cada presidente antepone sus intereses a los del pueblo. Por eso son políticos. Y los hay que han hecho cosas aún peores como lanzar una guerra para aumentar sus posibilidades de reelección». Pero, habría que preguntarle al famoso abogado, ¿qué hay de las guerras económicas?

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