El acuerdo firmado el 30 de diciembre por el PSOE y Unidas Podemos marcó las líneas de trabajo que llevará a cabo este nuevo Gobierno. De todas ellas, la regulación de las casas de apuestas ha sido la más comentada en la prensa estos últimos días. Y no es para menos: los salones de juego inundan las calles de nuestro país y las cifras de jóvenes que apuestan se multiplica año a año. También las apuestas online suponen un gran peligro al ser accesibles de manera rápida y durante las 24 horas del día, llegando a mover más de 7.000 millones de euros en España. Alberto Garzón será el ministro encargado de desarrollar una regulación que frene el crecimiento sin control de las casas de apuestas con el objetivo de luchar contra la adicción al juego sobre todo entre los jóvenes. Y es que algunos ya hablan de las apuestas deportivas como una droga que debe ser combatida de la misma manera que aquellas que implican el consumo de una sustancia. Y no van mal encaminados.

Trastorno adictivo

Existe un amplio consenso entre la comunidad científica en considerar el juego patológico como un trastorno adictivo que presenta unas características muy similares a otras adicciones como el cannabis o la cocaína. La necesidad de aumentar la «dosis» para conseguir el mismo efecto, los síntomas de abstinencia cuando se intenta reducir o abandonar la adicción y la pérdida de control sobre el propio comportamiento son características que podrían definir tanto a un adicto a la cocaína como a un adicto a las apuestas deportivas. A la larga, en ambos casos, se produce una ruptura con la realidad y un alejamiento de las amistades, aficiones y familia en la mayoría de los casos. Muchos de estos jóvenes comienzan a descuidar sus estudios para dedicar más tiempo a las apuestas y fracasan académicamente. En su mente solo está la próxima apuesta y el cómo conseguir el dinero para realizarla. Esto acaba en un círculo de deudas y mentiras que acaba estallando cuando la familia se entera de la gran cantidad de dinero gastado o cuando se dan cuenta de los robos de joyas o dinero que ha ido realizando el joven para costear su adicción.

Fortnite

Muchos padres a los que atiendo en consulta transmiten su preocupación por la «adicción» que su hijo presenta al móvil, a la tablet o a videojuegos como Fornite, pero en estos casos no podemos hablar de adicción. Aquí los niños y adolescentes pueden estar invirtiendo un tiempo excesivo en jugar, se muestran irritables o cabreados cuando se les pide que dejen de hacerlo y dejan de lado otras actividades para tener más tiempo para jugar. Sin embargo, el cerebro del jugador de videojuegos no presenta esa compulsividad o falta de control que sí se produce en los adictos a las apuestas deportivas, que es la clave para clasificar un comportamiento como adictivo. No quiere decir esto que no haya que intervenir en la puesta en marcha de normas y límites de uso de los dispositivos electrónicos, pero en este caso estaríamos hablando más de un uso problemático que de una adicción.

Las medidas para limitar la publicidad de las casas de apuestas y el consumo de los juegos de azar deberían tener un impacto muy positivo en el objetivo de luchar contra la adicción a los juegos de azar. Nunca una «droga» había estado tan al alcance de la mano como las apuestas deportivas a través del teléfono móvil, por lo que se hace necesario poner el foco no solo en los salones de juego sino también en las apuestas online. Estas medidas seguro que se encontrarán con el rechazo del sector del juego por las pérdidas económicas que acarreará, pero ayudarán a proteger a miles de jóvenes de caer en las garras de la adicción al juego.