Como reza el himno universitario por excelencia, Gaudeamus igitur (Alegrémonos pues) del doble festejo que el día 31 celebramos en la Universidad de Alicante. La conmemoración de la festividad de Santo Tomás de Aquino cada 28 de enero es siempre motivo de satisfacción para la comunidad universitaria, pero este año este acto adquiere una especial relevancia en la Universidad de Alicante por coincidir con su 40 aniversario. Pasado, presente y futuro se funden en esta jubilosa efeméride. Festejar el legado de los cuarenta años de vida de nuestra institución no supone un ejercicio de autocomplacencia esclerotizado, sino manifestar un escrupuloso respeto por la institución que nos acoge y sus logros académicos, poniendo en valor el camino recorrido. Se trata de construir sobre esta sólida base un proyecto reformista de futuro, que perfeccione lo existente. Construir futuro desde el generoso legado que nos brinda la trayectoria académica de la Universidad de Alicante.

La Universidad que yo quiero no puede derivar en un reducto elitista, para espíritus narcisistas. Tiene que inmiscuirse en la vida de cada día y nutrirse de ella, comprometerse con su tiempo y su sociedad, esforzarse por ser accesible, evitando que el quehacer universitario quede confinado en el aula o en el ámbito profesional, para que ayude a resolver los problemas de la sociedad, a afrontarlos con lucidez y rigor. Esta es la Universidad humanista, audaz, que yo deseo, útil para la sociedad, sin que ello signifique trivializar su cometido. Una Universidad analítica, reflexiva, abierta a todas las ideas, pero alejada de los dogmatismos ideológicos, demócrata, tolerante, prestigiosa; que sea motor del progreso material, de la ciencia y la tecnología, las artes y las letras, y la civilización que garantiza los derechos humanos y la convivencia en la diversidad. En esta línea de apertura tenemos que recordar la reciente aprobación de nuestro Consejo de Gobierno de la concesión del premio IgUAldad 2020 a María Teresa Fernández de la Vega, un referente en nuestro país en la defensa de las libertades.

En el mundo de la educación es donde más injusto es el privilegio, como dice nuestro insigne doctor honoris causa, Mario Vargas Llosa en La llamada de la tribu. Debemos ser capaces de proporcionar a todos, sin distinción, una formación de excelencia que conduzca a un futuro brillante. Y ello debe hacerse con una educación pública y gratuita, al alcance de toda la sociedad, que sea capaz de garantizar la superación y el progreso social y económico. En este sentido, no es justo que las familias y las personas con escasos recursos se vean excluidos de la formación universitaria por razones económicas, si tienen el talento y el espíritu de trabajo necesarios para ello. Un sistema eficaz y generoso de becas y ayudas resulta indispensable para hacer efectiva la igualdad de oportunidades en el campo educativo.

Asimismo, conviene tener en cuenta que la enseñanza, en una época como la nuestra de grandes renovaciones tecnológicas y científicas, si se quiere que sea de excelencia, es costosa, por lo que la sociedad y el Estado, como encarnación de la primera, tienen la responsabilidad de mantener el mejor nivel académico de sus instituciones universitarias, dotándolas de los recursos financieros necesarios a tal fin. Debemos luchar, y mi compromiso es firme en este sentido, por conseguir un modelo de financiación suficiente para garantizar que la Universidad de Alicante pueda desarrollar sus funciones formativa e investigadora con solvencia. Resulta una obligación inexcusable de las sociedades avanzadas y democráticas, como la nuestra, ofrecer a toda la ciudadanía un sistema educativo de alto nivel que asegure la igualdad de oportunidades y permita el legítimo progreso de acuerdo al talento, al esfuerzo y al servicio prestado a la comunidad.

El reciente informe La contribución socioeconómica del Sistema Universitario Español (SUE), encargado por Crue Universidades Españolas y la Conferencia de Consejos Sociales al Ivie, pone de manifiesto el importante impacto que las Universidades españolas generan en la renta, el empleo, el capital humano y el crecimiento del país; destacando asimismo las aportaciones sociales que afectan a los individuos y a la sociedad en su conjunto. Según este estudio, a corto plazo, la actividad productiva propia y asociada al Sistema Universitario Español supone para España un impacto del 2,12% del PIB y el 2,56% del empleo. A largo plazo, los efectos económicos de las Universidades españolas se derivan del capital humano que generan y su actividad futura, contribuyendo a aumentar en 1,3 puntos porcentuales la tasa de actividad y a reducir la de paro en 0,7 puntos; lo que equivale a decir que, sin la contribución de las Universidades, habría en España 489.000 personas activas y 658.000 ocupadas menos. Según el director del trabajo, el investigador del Ivie José Manuel Pastor, las Universidades españolas devuelven a la sociedad, aproximadamente, 4,3 euros por cada euro que las Administraciones destinan a su financiación. Y debe destacarse también su papel como ascensor social, ya que mejora la inserción laboral de los titulados y les permite alcanzar un mejor estatus socioeconómico, al tiempo que contribuye a mejorar la sociedad, reduciendo las desigualdades de género y haciendo que sus egresados tengan comportamientos más altruistas y participativos, y muestren mayor conciencia medioambiental e interés por la cultura. Por lo tanto, invertir en la Universidad es altamente rentable para la sociedad.