Dos auténticos amores del arte ilicitano han servido de bisagra para despedir el año 2019 y entrar en el 2020. El primero ha sido en el Casino de Elche, una exposición solidaria de artistas plásticos para recabar alimentos y artículos de higiene, organizada por el grupo de Facebook «Flores Solidarias». Un encomiable equipo de voluntarios dedicado a recoger y repartir, con la máxima urgencia, ropa y artículos de primera necesidad entre todas las solicitudes verificadas. Sin ningún dinero por en medio. La muestra ha reunido a artistas locales y foráneos de lo más variopinto que se han sentido felices de encontrarse o conocerse por una causa tan noble como fondo. Cada artista entregaría a la organización benéfica la mitad del importe de lo vendido, siempre en productos básicos.

Más allá de la importancia artística de las obras expuestas, tal vez sea ahora el momento de mencionar y valorar la actitud de los expositores, así como los talleres gratuitos que algunos de los artistas más dispuestos llevaron a cabo en el mismo recinto del Casino, durante las tardes que duró la exposición: Laura Guillén, «Tarjetas de Navidad con material reciclado»; Santiago Vilella, «Grabar, estampar, todo es empezar»; Dulce Quesada, «Pintando la Navidad con Dolça y Pajarito»; José Sepulcre, «Pintura Sumi-E»; María Marco, «Costumiz-arte»; Reiner Izquierdo? Muy bien por el Casino de Elche, muy bien por la organización Flores Solidarias y muy bien por los artistas expositores y talleristas. Gracias por acercar el arte a la ciudadanía.

Con el título de «Compañeros de la pintura», el segundo escenario para seguir haciendo que la gente tome contacto con la pintura se presentaba en el Mercado de San José (Sector quinto), organizado por los mismos placeros, que habían considerado la función decorativa de los cuadros como embellecimiento del recinto de cara a las Navidades. Pero que los artistas siempre vimos como una oportunidad de arte relacional, nuestros cuadros interaccionando con la gente y ya está. Una intervención artística en un espacio público donde los cuadros colgarían del techo del Mercado como antiguamente se colgaban los melones de las vigas de las casas. Sin más historias para enredar. El pintor Manolo Blasco ya lo había hecho el año anterior individualmente. Arte como educación. Muy bien por la confianza de los placeros en las funciones estéticas de la pintura y muy bien por los artistas «sociales» participantes: Lola Soler, Cristian Son, Ángel Castaño, Manolo Blasco, Lola López Carrasquilla, Laura Guillén, Reiner Izquierdo, Juan Llorens, María José Bernabeu, Begoña, Marian, Charo y Chon. Gracias por estar en la descentralización del arte y en la educación artística informal.

Todavía recuerdo con profunda emoción aquellas exposiciones de pintura al aire libre en los jardines del Hort del Xocolater, en las fiestas de agosto, en donde los chiquillos, en la Nit de la Roà, paseábamos ociosos por allí y quedábamos impactados por aquellos cuadros, sobre caballetes en medio del césped, que apenas entendíamos. Y que eran los resultados de los certámenes de pintura provinciales de entonces. Uno de los cuadros premiados era «Ladrillo del nueve», del pintor local Jerónimo Martínez. La pintura al óleo de algo tan insignificante como un simple pedazo de ladrillo de la construcción, de esos de nueve agujeros, me conmocionó tanto, y para siempre, que todavía sigo pintando. Con el tiempo llegué a conocer a Jerónimo Martínez, formar una buena amistad y disfrutar de la pintura juntos. Aunque nunca me pudo enseñar de nuevo aquel «Ladrillo del nueve» porque lo había adquirido una fábrica de cerámica. Pero desde aquel encuentro con la pintura en el Hort del Xocolater, siempre he venido pensando en los imprevisibles lugares donde puede surgir la chispa que prenda en el siguiente compañero. Continuará?