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Juan R. Gil

La que has liao, pollito

La crisis que UEPAL, la entidad empresarial que quiso tomar el relevo en Alicante de la antigua patronal provincial COEPA, ha abierto esta semana pone de relieve la incapacidad que tenemos para construir nada

Juanjo Sellés, presidente de la Unión Empresarial de la Provincia de Alicante (UEPAL), es un hombre inteligente y formado, mucho más de lo que a veces se le reconoce. Podría estar tranquilamente dedicado a sus negocios, pero desde hace veinte años viene asumiendo funciones de representación empresarial, lo que resulta de agradecer en una provincia donde tantos y tan importantes prebostes eluden sistemáticamente la responsabilidad social a la que deberían sentirse obligados. Tiene, sin embargo, un problema: le gusta demasiado jugar con el filo de la navaja. Esta semana, sin venir a cuento, lo ha vuelto a hacer. Y me temo que se ha cortado las venas.

UEPAL pretendió ser la heredera de la antigua patronal provincial COEPA, cuando ésta quebró víctima de la mala gestión prolongada durante años y de su descrédito por su dependencia de los gobiernos del PP e incluso por la imputación de uno de sus presidentes, que tuvo que admitir haber financiado ilegalmente a ese partido. También quiso liderar la Fronda contra la creación de una única patronal autonómica (la CEV) que agrupara a los empresarios de las tres provincias. Ambas cosas resultaron fallidas: la sucesión de COEPA, porque la antigua patronal no sólo estaba muerta, sino que el cadáver apestaba, así que lo único que cabía hacer con él era sepultarlo lo más profundo posible. Y la revuelta contra la CEV de Salvador Navarro también fracasó por falta de ejército y de munición: la mayoría de los empresarios importantes fueron sumándose al proyecto de Navarro, en un momento en que, con la crisis aún a cuestas, la unidad de acción se convertía en un valor superior a cualquier reivindicación local. Ahí Sellés estuvo listo: firmó la paz con los valencianos, se sumó a la CEV preservando una cierta identidad para UEPAL y pareció esforzarse en mantener, al menos aparentemente, la concordia entre los patronos de Valencia y los de Alicante.

Todo eso, sin embargo, estalló esta semana cuando UEPAL celebró una junta directiva que todo el mundo sin excepción, incluso sus amigos más cercanos, ha entendido como una provocación sin ningún objetivo. En esa junta, se rompían de facto los acuerdos de integración a los que se llegó para que UEPAL se incorporara a la CEV. Pero eso tampoco es lo más grave, porque se puede reconducir. Lo peor es que Sellés llevó a la reunión, y por tanto le dio altavoz y visibilidad, a un personaje que, si algo encarna, es el rencor y la división. Enrique Martín, un hombre del que, por sus pronunciamientos públicos, cabe deducir que considera a Vox un ejemplo de «derechita cobarde», formó parte de algunas de las ejecutivas que llevaron a COEPA a la ruina. Luego presidió provisionalmente la organización pero no pudo quedarse con la poltrona porque los propios empresarios le impidieron apropiarse de ella. Desde entonces, se dedica a disparar (de momento, sólo metafóricamente) contra todo lo que se mueva, repartiendo insultos y ofensas personales a granel.

Chulería. Llevar a la junta directiva y darle voz a un tipo inhabilitado para cualquier clase de representación empresarial, que no busca edificar nada sino destruir todo desde el resentimiento, y cuyas injurias suelen tener como víctimas preferentes a los empresarios que están en la CEV, Salvador Navarro y Perfecto Palacio principalmente, no podía tener otra explicación que la chulería por la chulería. Desde una irresponsabilidad difícil de entender, lo que hizo Sellés fue abrirle la puerta del gallinero a la zorra. Lo que suele pasar cuando se hace eso es que el gallinero se revoluciona y la sola presencia de la zorra provoca un estropicio. Y eso es lo que ha ocurrido. El viernes, un día después del calentón, muchos de los dirigentes empresariales de la Comunidad tuvieron que movilizarse para tratar de apagar el incendio. Hasta el presidente de la Cámara de Comercio, Juan Bautista Riera, intentó mediar para que las aguas no se desbordaran, mientras el propio Sellés enviaba una carta a la CEV donde (error tras error) no tenía otra ocurrencia para exculparse que cargar contra este periódico, que era el que había publicado la noticia de lo ocurrido. Las excusas de Sellés no sirvieron para nada, salvo para dejarlo aún más en evidencia. El comunicado que emitió después de la junta directiva no deja lugar a dudas sobre su ruptura de los acuerdos a los que había llegado con la CEV. No es INFORMACIÓN quien lo dice, sino él mismo en una nota pública. Ni es INFORMACIÓN el que llevó a Enrique Martín a la reunión de UEPAL, sino Juanjo Sellés el que lo invitó. Por cierto, que con esto de meter la zorra en el gallinero, todo un clásico, suele cometerse un error: el de pensar que en el gallinero solo hay gallinas. Se olvida que también hay gallos, unos animales que tienen espolones y no rehuyen nunca la pelea, por sangrienta que sea (de ahí las repugnantes peleas de gallos), y frente a los que la zorra, astuta pero de natural cobarde según la definen todas las fábulas, suele responder corriendo a refugiarse en su madriguera. Así que Sellés, que quiso resucitar COEPA pero no pudo hacer otra cosa que enterrarla, es posible que ahora haya empezado a preparar el funeral de UEPAL. De su capacidad para reconocer el error y dejar las malas compañías dependerá. Pero hoy por hoy, se ha quedado solo. Porque Martín, cuando toque, volverá a su guarida, a esperar otro incauto que le haga el juego.

El suceso, sin embargo, no tiene importancia por los nombres que concurren en él. Sino por lo que una vez más dice de la insolvencia de Alicante para disponer de una sociedad civil fuerte, capaz de establecer alianzas que le beneficien y de distinguir entre la reivindicación y el enfrentamiento. Hubo un tiempo en que aquí nacían lobbies cuyos miembros podían sobreponerse a la tentación del beneficio particular para pelear por el interés general. Antes de que en Valencia se articulara AVE en torno a la figura de Juan Roig, en Alicante se creó el Club de Inversores, cuyos socios gastaron dinero de su bolsillo para buscar formas de acercar Alicante y Elche, rellenando el enorme vacío -social, político, conceptual y territorial- que sigue separando como un abismo a las que son la segunda y la tercera ciudad de esta Comunidad. La sintonía del Club con el gobierno de Joan Lerma provocó que Zaplana lo liquidase en cuanto llegó al poder. Pero su existencia no fue en vano: Alicante no tendría hoy la EUIPO, o el Colegio Británico, por poner dos ejemplos, si no hubiera sido por la labor que aquellos empresarios hicieron.

Irrelevancia. Hay más ejemplos, no sólo del ámbito empresarial, de lo que significó en su momento el tener una sociedad viva: del Club de Amigos de la Unesco a los primeros tiempos del Club de Opinión Encuentro. Pero todo fue quedando arrasado hasta llegar al páramo actual, donde nada de lo que se planta florece. Miren lo que ha ocurrido, verbigracia, con la iniciativa de gentes como Fernando Candela o Francisco Irles, que crearon un foro llamado PROA y lo presentaron con gran realce en un acto en IFA, foro que ha ido disolviéndose como un azucarillo hasta caer en la irrelevancia en apenas un par de años. O fíjense lo que está ocurriendo con los consejos sociales de las universidades. Cuando dos empresarios de entre los más potentes de la provincia, como Adolfo Utor, de Baleària, y Joaquín Pérez, de Neumáticos Soledad, fueron nombrados hace aproximadamente un año presidentes, respectivamente, del consejo de la Universidad de Alicante y del de la Miguel Hernández de Elche, algunos pensamos, ilusos, que esas designaciones iban a provocar un resurgimiento de dichos órganos, con tanto papel por hacer en bien de toda la sociedad. Pero van pasando los meses y ni de Utor ni de Pérez ni de los consejos que presiden sabemos nada que tenga interés.

Así que esta es la maldición de Alicante. Que hemos olvidado cómo se construyen las cosas. Que nos hemos especializado en el lío, como el que acaba de montar gratuitamente Juanjo Sellés, y en darle protagonismo a personajes como el citado Martín, que no representan a nadie ni tienen crédito alguno pero a los que se les da altavoz porque, admitámoslo, incapaces de componer música, necesitamos hacer ruido para que se nos vea. Y se nos ve, desde luego, porque siempre es llamativa la extravagancia. Pero no se nos escucha. Por eso, entre otras cosas, aportamos más que la media pero cada vez recibimos menos. Como contaba también este periódico el jueves, Alicante produce el 3% de la riqueza nacional pero la renta per cápita de los alicantinos está 6.000 euros por debajo de la media nacional. ¿Y qué podemos hacer ante eso? UEPAL nos acaba de decir, invitando al tal Martín a su última reunión, qué respuesta propone: echarle la culpa de todo a los rojos y los separatistas. Dime, Juanjo, con quién andas, que yo te diré para lo que hemos quedado.

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