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Nadie está por encima de la ropa sucia

La exploración de la belleza de Andrés Neuman en Anatomía sensible

Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977) es uno de esos autores con clara vocación de estilo que se plantea cada libro como una nueva experiencia narrativa. Eso no quiere decir que vaya a ciegas, en plan experimento, más bien al contrario, porque en sus libros se percibe un control sobre los efectos deseados. Anatomía sensible parece obedecer al sentido básico de un espectáculo callejero en el que hay un trabajo previo del gesto para que nos interpele de forma irónica y genere una empatía mediante la que esa interpelación se perciba cómplice. Esa es la impresión que suscita la lectura del libro, integrado, como si fueran performances, por una serie de textos breves dedicados al cuerpo. Cada narración corresponde a una parte del mismo desde la que el narrador cosquillea con una lupa nuestra propia percepción del cuerpo y la relación que mantenemos con él. Una vez lograda esa empatía, el libro propone una lectura que va más allá del ejercicio de estilo. Ya con el proyecto más o menos en la cabeza, Neuman introdujo la palabra "belleza" en las imágenes de Google. Entre las 100 primeras, había 98 mujeres, 97 de ellas jóvenes, blancas casi todas. Luego salía una pareja heterosexual y un bebé. No había nadie que aparentara más de 40 años o que fuera asociable a otras identidades sexuales. Y, por cierto, ni una sola obra de arte. A Neuman le motivó la posibilidad de escribir contra estos prejuicios. La industria audiovisual reprime permanentemente la realidad del cuerpo que envejece, lo deslegitima, lo borra. Pero el prejuicio no solo está en los códigos que asociamos a la publicidad, porque el lenguaje poético tampoco ha hecho un gran trabajo con los cuerpos no asociados a la juventud. La perspectiva de Neuman en Anatomía sensible consiste en trabajar con un lenguaje que, a contrapelo del canon, desnuda la imposición de un tipo de belleza y de un cuerpo perfecto asociado a la negación de la vejez: "Me gusta pensar que el tiempo va inscribiendo su estética en los cuerpos, que empiezan a ser bellos en la medida en que dialogan con esa temporalidad", comentaba en una entrevista reciente. Un concepto de belleza que, como la energía, vive transformándose sin llegar a desaparecer. A fin de cuentas, Anatomía sensible es un recorrido poético, político y erótico en el que todos los cuerpos son bienvenidos. Situado en una perspectiva transgeneracional, Neuman desarrolla un fetichismo en clave de zoom que incluye los pies de las personas mayores, las pieles secas, los tobillos anchos, la barriga de la madurez, las estrías, la carne blanda. Una reivindicación de nuestras imperfecciones que no denuncia sino que suma, incluye, integra una belleza alternativa. No se trata de sobreactuar un conflicto con el canon, sino de integrar la temporalidad como un valor que no tiene por qué ser causa de la deformación, el acabamiento, la fealdad. Es muy posible que un altísimo porcentaje de gente a nuestro alrededor no se vea representada en los patrones físicos imperantes ni en el imaginario público del deseo: En clave irónica, Anatomía sensible nos sitúa de algún modo frente al espejo del baño para mostrarnos de cuerpo entero frente a los clichés que hemos homologado como gusto personal. El libro propone en tono festivo una lectura muy pertinente de nuestra sensibilidad ante la belleza física, la cual, como advertimos al final, una vez cerrado el tono festivo, no sale muy bien parada al ser muchas veces fruto de una reacción que nos viene impuesta. Lo dice el propio autor en otro lugar: "Creo que las alienaciones físicas, los trastornos en la autoimagen y la compulsión de los retoques que estamos viviendo tienen mucha relación con ese sometimiento de la estética a la cosmética". La invitación de los manuales de Photoshop a que desaparezcan los elementos deseados de un solo trazo choca en el libro con ese imperativo de Cynthia Ozick que nos recuerda que nadie está por encima de la ropa sucia. Cada cuerpo tiene las huellas de su experiencia, una especie de memoria histórica a través de inscripciones íntimas y culturales que el narrador celebra sin filtros para sumar una perspectiva diferente a la reflexión feminista presente en anteriores libros, como Alumbramiento o la magnífica novela Hablar solos.

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