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Colaboración leal y generosa

Sobre la actitud y los posibles temores del episcopado hacia el Gobierno de coalición

Correcta y pronta ha sido la felicitación y saludo que le ha hecho llegar el presidente de la Conferencia Episcopal Española, cardenal Ricardo Blázquez, al presidente de Gobierno una vez elegido. Le adelanta que la colaboración de la Iglesia será "leal y generosa", dos adjetivos expresivos de la mejor voluntad. Al mismo tiempo, han salido también algunos temores episcopales que, opiniones del partido, han considerado exagerados porque con estilo más cuidado o libre se han hecho eco de lo que se comenta en la mayor parte de los medios de comunicación por la índole novedosa de la coalición que va a gobernar. Estos temores pudieran verse justificados por los pronunciamientos imprecisos y poco atinados de algunos miembros del Gobierno y del adelanto del programa pactado donde se enumeran algunos temas que podrán levantar conflictividad y desacuerdo como es la enseñanza, la ley de libertad de conciencia o la eutanasia. Estamos en una nueva etapa. Me ha dado por releer las memorias publicadas del tardío cardenal Fernando Sebastián, que sin duda fue el asesor y persona de confianza del cardenal Tarancón en el momento de la Transición. Puede decirse que Sebastián puso la sabiduría y Tarancón el talante. En ellas, cuenta las reuniones que tuvieron con el Gobierno socialista, cuya comisión presidía Alfonso Guerra y en la que hubo desde el principio lealtad, respeto y reconocimiento y, al final, generosidad por ambas partes para logar acuerdos para el bien común de los ciudadanos, que es de lo que se trata. Se me oculta que ahora el pueblo soberano tenga ardientes deseos de acometer cambios. Más bien los temen porque no se tiene confianza de que se van a mejorar. Pero ya que anuncian que van a intensificar y cuidar especialmente el área social, me atrevo a sugerir que ningún colaborador mejor en ese campo que la Iglesia católica que profesan la mayor parte de los españoles, por el origen del cristianismo y por la práctica concreta de actuación de la iglesia. El inicio del cristianismo es una persona, Jesús de Nazaret, hijo de artesanos, que nació pobre, emigrante, que buscó como colaboradores a obreros de la mar, que pasó por aquel mundo curando, llamando al amor y al perdón, dando ánimos de que es posible un mundo más humano, mostrándonos que Dios es padre, que nos creó a su imagen y semejanza, no como muñecos, ni expoliador ni enemigo del hombre, y que entregó su vida como testimonio de su verdad. ¡Vamos!, que puede ser el mejor ejemplo de buen ciudadano. Es verdad que nos asoma a las puertas de la trascendencia, de la vida eterna; algunos sienten vértigo, pero el que no quiera pasar se queda sin lo que más desea: vivir para siempre. Y la Iglesia, por ceñirnos a lo que vemos, a su entrada están los pobres y su mejor servicio, además del sacramental, es el de Cáritas, que conoce bien todo el que lo necesita, que no son pocos. Y los templos hasta se prestan para reivindicar derechos sociales, como hemos visto en la catedral, y de ellos se sirven infinidad de coros para dar conciertos contribuyendo a la cultura y suelen ser un extraordinario punto de referencia turística por la arquitectura y el arte. Ningún edificio es tan del pueblo como un templo parroquial. Por eso, no nos sienta bien que nos quieran relegar a lo privado. ¿Por qué no somos europeos, también en esto? La Iglesia tiene vocación pública y después de veinte siglos es experta en humanidad. Trabaja por establecer una convivencia donde reine la justicia, la verdad, la fraternidad y la paz. El papa Francisco la describe como una "iglesia en salida y hospital de campaña", porque como dice el evangelio del próximo domingo: "Jesús anunciaba el Evangelio curando las enfermedades y dolencias del pueblo".

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