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Puede que a usted los artículos sobre el tiempo le dejen frío. A mí es la información meteorológica de la tele lo que me da susto. Ayer casi no salgo de casa. Los canales anunciaban ventarrones, nevazos, lluvias, borrascas, inundaciones y en general una temperatura y unas inclemencias como para quedarse hecho un témpano. Y para que nos fiemos de lo que nos dicen mandan a los reporteros a hacer las conexiones donde hay más olas, más nieve, más frío y viento y lluvia. Yo hasta que no sale un chaval con un micro expuesto temerariamente a las olas del Cantábrico o en el pirineo congestionado, con gorro y azotado por el viento, moqueando y enrojecido es que no me creo que haga frío en ningún lado. Ayer casi no salgo de casa, igual me pasó con el blue monday ese, o sea, según lo anglosajones, el día más triste del año, cuesta de enero, lunes, mal tiempo. Al parecer fue un invento de comerciantes. Como casi todo. Incitan a combatir esa supuesta infelicidad de feo lunes con compras. Supongo que mucha gente, para interrumpir la grisura de enero y de sus vidas, del lunes y del porvenir, del desamor y la bruma, se fue a una agencia de viajes y contrató un primaveral viaje a Nueva York o París. O no salió de casa y con el ordenata desde el sofá reservó un fin de semanita en Roma o Marraquech, algo cercano, no nos vayamos a quedar sin duro para el verano.

El frío nos cerca pero conservamos el ánimo caliente para encarar enero. Enero cuesta. Es escarpado y empinado y los poetas no le hacen ni puro caso, reservando sus composiciones e inspiración para el otoño o las muchachas, los bellos torsos varoniles o el crepúsculo veraniego contemplado desde el acantilado de una isla. A una isla desierta no nos llevaríamos un televisor y tal vez sí un paraguas, un libro de poesía, una cantimplora y un abrelatas. El lunes azul o día más triste del año también se combate calentando los dedos en el teclado, tratando de sacar alguna idea para el artículo, una sola, no vayamos a derrochar; deseando que no venga otro telediario a meternos miedo y anhelando que llegue la noche para volver al edredón, el sofá, el vino ligeramente templado y una serie o evasión que nos lleve al día siguiente, si bien lo deseado es el fin de semana. Gloria le han puesto a este temporal. Se habrá quedado en la ídem el que adjudica los nombres. Yo le habría puesto Oso. O Calamidad. Mucho nombre de mujer veo yo cuando se trata de nombrar un temporal. Ya, ya, no le vas a poner Juan Antonio o Alfredo López ni Miguel. Pero ustedes ya me entienden, por la gloria de su madre. Aquí paz y después (o no, que arrambla con todo) Gloria.

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