Una vez más estamos frente a una situación insufrible y sobre todo, altamente contaminadora de gases y escasamente sostenible (mucho más que el polémico incinerador del tanatorio): los atascos sistemáticos y continuos en la N-332, que en parte podrían haberse aliviado si la Generalitat Valenciana, en vez de aplicar su constante y permanente racanería en inversiones en nuestra provincia, hubiese seguido haciendo pasos inferiores en la avenida de Dénia (N-332) cuando se prolonga a San Juan de Alicante, siempre y cuando se dejen de poner semáforos unos tras otros, cargándose la razón y ser de las rotondas, típica solución de los pobres tratando de evitar soluciones mejores pero más costosas.

Dicho lo anterior, los atascos se complican cuando algunos políticos progresistas de salón, especialmente del pueblo de San Juan, se empeñan en querer convertir la N-332 en un bulevar peatonal sin capacidad alguna de serlo. Todos los que vivimos en San Juan, Muchamiel, El Campello o parte de la playa, no tenemos alternativa alguna de acceder al centro de Alicante-ciudad, más que a través de la N-332 y después la avenida de Dénia.

La transversalidad peatonal de la N-332 en los términos de la Santa Faz y de San Juan es irrelevante y esporádica, teniendo en cuenta que dicha carretera no se encuentra preparada, sin aceras, para que los ciudadanos puedan caminar sobre ella y sin que exista unas construcciones habitables que lo demanden, al menos hoy por hoy. Y el paso del autobús nº 23 -que la atraviesa cada media hora más o menos- tampoco es razón suficiente que justifique los parones y los perjuicios que genera en el tráfico que transita por la misma.

Y frente a lo expuesto, la única solución que se le ocurre a nuestros progresistas viscerales, mucho más contaminadores que lo que ellos piensan, es llenar de semáforos las rotondas y colocar un semáforo particular para el autobús 23. Resultado: atascos sistemáticos y reiterados, al menos cuatro veces al día con pérdidas de horas de trabajo, pérdidas en la calidad de vida estresando a los conductores, propiciando un consumo nada despreciable de combustibles contaminantes y dando pie a lo que nosotros ya hemos bautizado como la problemática del CO2 incoherente. Y todo ello para que cruce una persona de higos a brevas y un autobús que, con un mando a distancia, podría auto habilitarse el paso cuando lo necesitara.

Una pasarela circular en la rotonda del hospital resolvería el problema de su escasa transversalidad peatonal, amortizándose en un pis-pas, sin más que contabilizar horas perdidas y combustible consumido. Y si seguimos haciendo las cuentas equivocadamente, como alternativa a corto plazo más barata sería colocar los semáforos intermitentes en ámbar en los pasos de peatones o más conservadoramente, semáforos con pulsadores cuando se necesiten. Cuente el número de personas que atraviesan la bonita y costosa pasarela de la Santa Faz y me darán la razón en lo que estamos exponiendo.

Todo lo demás y si seguimos como estamos, continuaremos echando CO2 al aire con pérdidas estúpidas de tiempo y dinero mientras a nuestros políticos y políticas se les llena la boca con hacer un mundo sostenible, sin tener una perspectiva global técnica de cómo hacerlo planteando una visión amplia y general del problema, y no el regate corto populista y miope al que desgraciadamente nos tienen acostumbrado los unos y las otras, sin discriminación de sexo, igualitariamente, con una ligera tendencia últimamente al campo femenino, dado el número de ministras, alcaldesas y concejalas que se dedican a estos menesteres.

También cabría soñar y sería lo mejor: pongan ustedes un transporte público auténticamente eficaz y dejaremos el coche en casa, pero con el autobús-23 y el 38 no tenemos ni para pipas. Traten de ir desde San Juan o Muchamiel a la Universidad de San Vicente con los autobuses disponibles y verán que el tiempo del viaje se puede multiplicar entre cinco y diez veces, según la suerte que uno tenga en los empalmes, si uno deja el coche en casa.