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Marc Llorente

La borrasca continúa

A menudo los hijos se nos parecen, como afirma la emotiva canción de Serrat. «Esos locos bajitos que se incorporan» y a los que, «por su bien», queremos domesticar. Recuerden. «Niño, deja ya de joder con la pelota». Eso no se dice, no se hace, no se toca. ¿Por qué han de cargar con nuestros dioses y rencores y con nuestro porvenir? No. No somos sus propietarios. Ni se les debe negar su condición de sujetos de derecho. «Nos empeñamos en dirigir sus vidas», sigue diciendo ese tema musical de Joan Manuel, y pretendemos transmitirles nuestras frustraciones.

Naturalmente, una cosa es el sistema educativo, en el que padres y madres participan, y otra cosa es la educación familiar y casera, donde también intervienen con mayores o menores aciertos. A propósito, La educación de los padres es una película interpretada por Martínez Soria. Y más de uno necesitaría ser educado equilibradamente, de acuerdo con los principios democráticos y constitucionales, antes de educar a sus retoños defendiendo estrictas normas morales, ideológicas o religiosas.

La libertad mal entendida es un problema. Porque no se debería imponer nunca unas particulares creencias o cualquier forma de cerrilismo por encima de los derechos y del sentido común. De tal modo, el «pin parental», patrocinado (de momento) en Murcia por Vox, PP y Cs, limita las libertades básicas de los alumnos. Y vulnera las competencias legales del centro educativo. Los vasos comunicantes con la «reconquista» de la ultraderecha dan aliento a esa troupe de Abascal con su «más difícil todavía».

Las actividades que no son simplemente voluntarias son obligatorias, claro, y están aprobadas en el consejo escolar del que forman parte las familias. Los progenitores administran la custodia de los hijos, sí, pero eso no implica que sean un producto de su propiedad para imponerles una censura educativa y que no tengan derechos fundamentales. Tiene gracia. El PP rechaza los adoctrinamientos, las confrontaciones y la crispación cuando lo que sabe hacer perfectamente es todo lo contrario.

No es Pedro Sánchez quien decide ciertas cuestiones. Es la ley, la democracia y el derecho a ser educados en igualdad y con calidad, al margen de elitismos y de la falsa exaltación de la «diversidad de opiniones» por parte de la extrema derecha y de quienes contribuyen a auparla. Ya ven que continúan la alerta por la borrasca política y la cuesta de enero, mes de rebajas, sin embargo. Pero no de reducción de alarmas. Menos mal que a García-Margallo no le quita el sueño este «Gobierno del insomnio». Ya han visto cómo duerme a pierna suelta en el Parlamento Europeo. ¿Cuál será el próximo pin?

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