Entre esas estamos. Navegando por una evidente decadencia, cuando día a día el Hércules claramente va a menos, dejándose por el mal camino jirones de sus antiguas cualidades, carácter o naturaleza. Cuando viene perdiendo su fortaleza, nacida de su propia historia, o bajando su valor de cotización en el mundo del futbol en particular o del deporte en general a mínimos, que en cualquier bolsa de valores constituiría su forzada extinción. El declive es tan incuestionable que hoy en día, finalizando el enero de 2020, a dos años del centenario de la oficialidad de la institución, el club milita en la tercera categoría del balompié patrio y está a un paso de caer a la cuarta categoría, ocupando desde que comenzó la temporada puestos de descenso siendo el equipo que más encuentros ha perdido, 11 de 21.

Pero este declive no ha sido una sucesión de acontecimientos vertiginosos, más al contrario se han necesitado cuatro lustros para llegar a esta situación ignominiosa. El bullir lento ha terminado por calcinar los principios, los fundamentos y la historia de la familia herculana, supeditando cualquier acontecimiento a los intereses espurios de quien manda en los despachos de Zarandieta desde principios de este siglo XXI. De aquellos polvos, estos lodos. Se ha ido dejando hacer por parte de todos, sociedad alicantina, asociaciones, peñas, instituciones, mundo empresarial, hasta que esa desidia de tantos ha hecho que el hundimiento de la nao herculana esté a punto de convertir al club en un pecio extremadamente difícil de rescatar.

Lo único que por hoy le queda de positivo al Hércules, es ese rayo que no cesa, esa constante adhesión, cariño, amor a unos colores que vienen demostrando jornada a jornada una afición maltratada, que aún engañada sigue siendo fiel a la institución, sigue mostrando su lealtad al escudo, a la elástica blanquiazul. Herculanos que pueblan semana a semana las gradas del Rico Pérez, esos cinco mil valientes que desde hace años se mantienen incólumes con sus abonos, o el resto que apoyan a su manera al club de sus amores y que afrontan los sinsabores sin que se menoscabe su fidelidad a unos colores centenarios. Es ese rayo que no cesa, que surgió como poema de amor de la pluma de un alicantino magistral como lo fuera Miguel Hernández, el único asidero que le queda a este Hércules al que entre todos los que viven de él conducen al abismo de la posible desaparición.

La tendencia a querer ver o convertir lo vulgar o lo normal e incluso lo mediocre en algo admirable o de reconocimiento, no puede ayudar a salir de la situación agónica de juego y resultados en la que esta inmerso el Hércules. Lo visto en Villarreal ante los filiales del submarino, no da para afirmar que se hizo un buen partido, como mucho para dejarlo en que no fue malo, pero en ningún caso el Hércules mereció algo más de lo que se llevó, una derrota por la mínima, cuando además en los últimos minutos la zozobra hizo acto de presencia en el área blanquiazul. La tendencia, salvo que Tezanos diga lo contrario, no hace pensar en nada positivo.