Las celebraciones y aniversarios son siempre un buen momento para tomar conciencia del camino recorrido y valorar hacia dónde nos dirigimos, además de compartir con las personas cercanas esos momentos. En la Comunidad Valenciana estamos en uno de ellos, ya que se cumplen los treinta años de trayectoria de la cooperación al desarrollo que, desde la Generalitat, pero también desde otros muchos municipios, instituciones, organizaciones no gubernamentales, universidades y grupos de solidaridad, se viene impulsando. Hablamos de una política sustantiva que hace realidad nuestro compromiso con problemas globales que nos afectan directamente y nuestra voluntad de trabajar para construir, para nosotros y nuestros hijos, un mundo mucho más justo, algo que día a día vemos como absolutamente imprescindible.

El pasado viernes, en el Palau de la Generalitat con la presencia del President, Ximo Puig, de otras autoridades y por supuesto de una amplia representación política, del mundo de la solidaridad y de otras muchas instituciones, tuvo lugar un acto de conmemoración y reflexión de las tres décadas de cooperación valenciana que se cumplen ahora, en el que tuve el honor de intervenir. Todo ello, además, acompañado de un libro amplio que desde la Dirección General de Cooperación de la Generalitat se ha realizado, junto a una exposición fotográfica. En unos momentos en los que junto al negacionismo climático y de género, se está también defendiendo sin pudor alguno un negacionismo solidario por parte de una extrema derecha tan rampante como ignorante, bueno es que expliquemos, defendamos y reivindiquemos unos compromisos que forman parte importante de la agenda mundial y que nos comprometen, como país, como región y como sociedad, si queremos que la humanidad avance.

Las políticas de cooperación al desarrollo se han convertido en una parte muy importante de los países y sociedades más avanzadas, algo que han entendido hace tiempo, por ejemplo, los países nórdicos, que han construido sistemas prósperos con los mayores Estados del bienestar, destacando también por tener las políticas de cooperación al desarrollo más avanzadas del mundo. Estos países, denominados Nordic Plus, comprendieron hace tiempo que su desarrollo económico y social estaba estrechamente unido a liderar unas políticas de solidaridad vigorosas, dentro y fuera del país, algo imprescindible en un mundo cada vez más interconectado.

Celebrar este acto en estos momentos en nuestra Comunidad, contando con la implicación directa del presidente de la Generalitat, de sus autoridades y técnicos, supone reivindicar unas políticas que son fruto del esfuerzo y la implicación decidida de un buen número de actores. Porque ahora, más que nunca, se necesita política, buena política para mejorar nuestras vidas y la del mundo en que vivimos, frente a quienes solo aspiran a generar discriminaciones y rechazos, utilizar malestares y descontentos, destruyendo muchos de los avances que con tanto esfuerzo hemos construido en las últimas décadas. Y no son palabras vacías, ni mucho menos, cuando hay grupos con presencia en nuestras instituciones que reivindican obscenamente suprimir estas y otras políticas de solidaridad.

La Comunidad Valenciana, junto a otros gobiernos regionales y locales en España, ha contribuido a construir el sistema de cooperación descentralizada más apasionante, novedoso y versátil que hay en el mundo, habiendo pasado en estos treinta años del voluntarismo y la improvisación, a contar con una política pública avanzada, enormemente tecnificada, impulsada por personas altamente especializadas y en la que participan multitud de actores en sus distintos niveles. También la cooperación al desarrollo ha sufrido en sus carnes el daño de prácticas inmorales y la saña de unas políticas de austeridad abrasivas. Pero hemos aprendido de ello para mirar al futuro e impulsar una política de cooperación y solidaridad internacional con mayor profundidad estratégica.

Pero, para ello, tenemos también que conocer las coordenadas de una cartografía tan compleja como tiene la cooperación al desarrollo. ¿Cuáles serían los principales desafíos a los que se enfrenta? Dos serían en mi opinión, a grandes rasgos: la disrupción con el mundo que hemos conocido frente a la emergencia de desafíos globales de dimensiones colosales y la falta de certezas para intervenir en una acción hipercolectiva en una densa red de objetivos interconectados. Ahí es donde aparecen retos del alto voltaje político, pero también social y mediático.

Y en ese escenario tenemos que situar los retos pendientes, entre los que estarían la búsqueda de unos rasgos específicos que profundicen en la identidad y en las capacidades agregadas de la sociedad valenciana a través de una política capilar que se infiltre con mayor profundidad en las instituciones y en la ciudadanía. Se trata de avanzar hacia un modelo capaz de articularse con las redes de solidaridad de todo el territorio valenciano y de la sociedad civil organizada, poniendo en valor la riqueza de un trabajo muy amplio, pero también, con frecuencia, muy disperso entre sí. Y todo ello mediante la agilidad, la simplicidad y el impulso de estas políticas a nivel local, donde todavía hay un enorme potencial que poner en valor, especialmente en sus componentes municipales especializados.

El poder de la cooperación descentralizada como la valenciana radica en su musculatura territorial y horizontal, justamente donde creo que debemos profundizar. La cooperación al desarrollo, por sí sola, no va a conseguir solucionar los problemas mundiales, pero mientras tanto tiene una formidable capacidad para aliviar la pobreza y el sufrimiento humano, permitiendo que seamos una mejor sociedad. ¿Acaso no es bastante?