Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Javier Llopis

Vida y milagros de un político moderno

La personalidad del dirigente socialista se puede resumir en dos afirmaciones muy sencillas: estamos ante un tipo que va muy rápido y que aguanta todo lo que le echen

alga esta introducción televisiva para dejar claro un punto de arranque: el presidente del Gobierno español es un señor al que en el periodo de tiempo que va entre 2014 y 2020 le han pasado muchas cosas y la mayor parte de ellas, inverosímiles. Sánchez es un líder atípico, que en el plazo de unos cuantos meses ha consumido las emociones, los cataclismos y los triunfos que a otros políticos les suponen una vida entera de plena dedicación a la gestión pública. La personalidad del dirigente socialista se puede resumir en dos afirmaciones muy sencillas: estamos ante un tipo que va muy rápido y que aguanta todo lo que le echen.

Empezó desde un humilde puesto de tonto útil, colocado por los mandamases del PSOE para prepararle el camino a algún lustroso elefante blanco. Durante un largo periodo de tiempo ejerció de presunto enterrador del socialismo español, cosechando espectaculares desastres electorales mientras sentía el aliento de Podemos en el cogote. Su carrera alcanzó un punto de aparente no retorno cuando la gente que mandaba en su partido lo defenestró, acusándolo de manifiesta incompetencia. Rompió las reglas más básicas de la política tradicional resucitando de entre los muertos y retomando el control del socialismo nacional gracias al empuje de una militancia que desafío las tesis oficiales del aparato. Alcanzó la presidencia del Gobierno con una moción de censura digna de una partida de billar a tres bandas y desde entonces, no se ha bajado del machito, empalmando dos victorias electorales seguidas para acabar presidiendo el primer gobierno de coalición del actual periodo democrático.

Hay que subrayar otro dato altamente significativo: Pedro Sánchez ha hecho todo este viaje prácticamente en solitario, sin contar apenas con apoyos importantes. Nunca en la historia reciente de este país se vio a tanta gente coincidiendo a la hora de darle leña a un mismo dirigente político. La derecha lo insultaba por tierra, mar y aire, la izquierda lo minusvaloraba tratándolo como un apaño provisional, los grandes líderes de su propio partido le daban estopa hasta en el carné de identidad, la prensa conservadora lo destrozaba un día sí y el otro también y la prensa socialdemócrata exigía su inmediata destitución. La España oficial, animada por un coro amenazante de tertulianos de todos los colores, exigía su desaparición de la escena política y Pedro Sánchez, en vez de retirarse a un convento a hacer penitencia, seguía adelante con su carrera, haciendo caso omiso de una potentísima corriente de energía negativa que habría derribado al más sólido de los políticos veteranos.

Si se mira con la debida perspectiva, el balance político de Sánchez resulta estremecedor. Empezó con una mayoría absoluta del PP y con la hegemonía del PSOE en la izquierda seriamente amenazada por Podemos. Transcurridos unos pocos años, el panorama es muy distinto: la derecha se ha hecho pedazos en tres partidos distintos; Pablo Iglesias se ha estrellado con la realidad, ha pasado de revolucionario a socialdemócrata moderado y se ha conformado con unos cuantos ministerios de consolación y el PSOE, por su parte, ha vuelto a ser la fuerza política más votada de España, aprovechando la ocasión para desprenderse de cualquier resto de la incómoda vieja guardia. Al presidente de Gobierno se le pueden reprochar muchas cosas, pero nadie puede negar su capacidad para aprovechar el tiempo.

Ante tal acumulación de prodigios, han surgido todo tipo de teorías disparatadas. Para sus enemigos, Sánchez es un peligroso psicópata de la política, impulsado por una enfermiza ambición personal. Para sus partidarios (bando que crece cada día con las incorporaciones de furiosos conversos), el presidente es un ser providencial, dotado de superpoderes y del que se puede esperar cualquier milagro.

Las cosas son en el fondo mucho más sencillas. Estamos ante un perfecto ejemplo de una nueva forma de hacer política, que se está imponiendo en todo el mundo. Los aledaños del poder se están poblando por una generación de líderes jóvenes que compensan la escasez de sus currículums con una pasmosa agilidad para adaptarse a las circunstancias y a las variaciones del escenario político. Son tipos con pocos remilgos, que sustituyen la solidez intelectual y la coherencia ideológica por el espíritu práctico y que consiguen conectar rápidamente con una opinión pública zarandeada a golpes de redes sociales y de información superficial para consumo rápido. Para bien o para mal, Pedro Sánchez es un político moderno. Mientras los viejos dinosaurios de la política siguen sin enterarse de que los tiempos han cambiado e intentan en vano comprender al personaje; él sigue a su bola, sorprendiendo a todos los analistas con su insólita carrera y actuando con unos criterios tan efectivos como imprevisibles. Nadie sabe exactamente a dónde va, pero todos tienen muy claro que va muy rápido.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats