A huevos a montón. O las cinco dan con sol. O media hora más de sol.

Refiriéndose todos estos refranes diferentes al santo eremita (los dos últimos menos conocidos), se hallan en el fondo íntimamente relacionados. Por San Antonio Abad ya se hace patente que el día alarga y, en consecuencia, la naturaleza reacciona ante esa circunstancia: las gallinas suelen -o solían- poner más huevos al haber más horas de luz solar.

Enunciando toda esta teoría «parda» -y cuando digo parda me estoy refiriendo a la cultura del pueblo llano y cenceño-, mi amigo Adolfo -de acendrada familia «sanantonera»- me mira socarrón para reprocharme si no se me ocurre otra cosa mejor en el día del patrón de las fiestas de Moros y Cristianos de Elda, y con la Media Fiesta a la vuelta de la esquina. Con la cantidad de actos que traen consigo dignos de ser cantados.

Y es verdad. Tiene razón. Actos conmemorativos no nos faltan ni nos van a faltar. Y si detectamos que en algún momento la cosa escasea en este mes de enero que, a veces, está dedicado de la cruz a la firma a la celebración de la festividad del santo patrono, enseguida inventamos alguno más, que para eso imaginación no nos falta ni cronistas oficiosos que lo expliquen.

Pero solo quería dejar constancia -le replico- de que existe toda una cultura popular muy rica en torno al santo anacoreta, que nos pasa de refilón al tener centrado nuestro pensamiento exclusivamente en su patrocinio de las fiestas de Moros y Cristianos de Elda.

«No hombre, no; ahí está la hoguera», responde. Y es cierto. Hogueras en muchos pueblos de España, y en diversas modalidades; también aquí. «La bendición de los animales», añade. Hombre, esta vez la «granja móvil» se ha sustituido por un estand de asociaciones de mascotas, más del gusto del animalismo rampante. «Y los bailes», se embala. ¿A qué te refieres ¿A los que solo conocen los del grupo de baile «Mala baba tienes, tú», apostilla.

No sé lo que pensarán muchos de ustedes, pero a mí esta exacerbación devota que aparece cuando llega la fecha, a veces me parece un poco impostada; como traída por los pelos. Incluido ese «chispazo primigenio» (el baile de El Platanero y la Yaya, vestido aquel de festero, alrededor de la hoguera), precursor de la Fiesta en palabras del presidente de la Mayordomía. A tenor de los protagonistas y las circunstancias en que se produjo, es mucho interpretar el hecho como «epifanía» de la Fiesta.

Lo que está claro es que queda ya muy lejana la celebración antañona de los campesinos eldenses, que se acordaban ese día del santo para pedir por la prosperidad de sus animales y cosechas, mucho antes de que fuera adoptado para patrocinio de las fiestas; lo que la gran mayoría desconoce. En tiempos de reinvención de la historia, tendemos a reinventar las tradiciones. O sea.