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Matías Vallés

Un gobierno sin oposición externa

Cuando surja el conflicto por la gestión del ejecutivo, los focos no se dirigirán hacia la derecha, sino hacia la reacción de Pablo Iglesias

Si los plenos parlamentarios le resultan broncos, imagine una acalorada reunión del consejo de ministros. España no cuenta con su primer Gobierno de coalición, sino con su primer ejecutivo más variopinto que el Congreso entero. La tropa de Sánchez monopoliza o monopolariza la actualidad. Cuando surja el conflicto por la gestión del ejecutivo, los focos no se dirigirán hacia la derecha, sino hacia la reacción de Pablo Iglesias. El sistema gubernamental autocontenido, con su sistema de refrigeración opositora incorporado, explica la amenaza de querella formulada por Pablo Casado al comienzo de su réplica a la investidura. El pintoresquismo tremendista de los alaridos del presidente del PP adquiere un relieve distinto, al consignar que no proceden de la furia, sino del pánico a la irrelevancia. Los embates de entidades alienígenas como la JEC o el CGPJ no demuestran la musculatura de los enemigos del gabinete, sino su vacuidad.

¿Preferiría usted vivir en una fortaleza de piedra oscura amenazada desde el exterior o con el enemigo dentro, sometida a los celos y envidias al por menor de los inquilinos obligados a sobrellevarse en el interior del bastión? El debilitamiento de los enemigos se logra a cambio de asimilar a los asaltantes, literales en el caso de Podemos, que adquirió notoriedad al rodear al Congreso con la intención viral de introducirse en su material genético. En este experimento, el Gobierno es más difícil de derribar que de nombrar, y nadie negará que ha costado destilar un ejecutivo entre fuerzas antaño hostiles.

Un poco hartos de la pasarela ministerial, y de examinar el grado de desteñido de los vaqueros de Iglesias, ha llegado la hora de concretar la identidad del becerro de oro que debe adorar este Gobierno. Se llama calendario. Bien asesorado en lo cronológico, Sánchez ha fijado su objetivo en los 1.400 días. Cada jornada que resista, se agranda su imagen frente al asedio. Coronó la investidura con lo justo pero, antes de empezar a rodar, ya ha conseguido los titubeos de cántabros, canarios o leales a Puigdemont, por citar tres colectivos no demasiado satisfechos de su voto contra el presidente.

Sánchez no puede garantizar un cambio de época, ha de conformarse con prometer un nuevo calendario como los revolucionarios franceses. Para entender que durar es más importante que perdurar, conviene remontarse a 2015. El PP vivía aterrado desde las elecciones celebradas a finales de ese año, temeroso de que el PSOE aprendiera a sumar. Los socialistas podrían haber gobernado cómodamente en las cuatro elecciones celebradas durante los últimos cuatro años, pero se refugiaban en el confortable "las izquierdas no suman". La moción de censura supuso un curso acelerado de cálculo, revalidado por el Gobierno actual. La derrota de los populares se plasma en la constatación de que "las derechas no suman", gracias a la vocación aislacionista de Casado al condenar por inconstitucional a dos terceras partes del Congreso.

Descartada la explosión de una moción de censura por falta de fuelle y votos de las derechas, la Coalición Progresista solo puede implosionar. En el Gobierno monocolor que ansiaba Sánchez, el peligro viene de fuera. En una coalición, la dinamita se almacena en casa. Los programadores presagian una batalla campal a cada visita del ejecutivo al Congreso. Sin embargo, la estampa flamígera de Juana de Arco Arrimadas declinando la palabra infamia es menos lesiva que los duelos en el seno del gabinete. Un Calviño-Iglesias o un Ábalos-Garzón serán los platos fuertes del enfrentamiento del capitalismo con sus contradicciones.

La histeria contraproducente de la derecha es el mejor aliado para robustecer el Gobierno, pero ni el apocalíptico Casado se mantendrá durante 1.400 días en el despilfarro estéril de energía. Pese a la prohibición de concederle un solo mérito a Sánchez, las negociaciones para formar Gobierno pasarán a la historia por la ruptura de los bloques y el retorno de la fluidez. El PSOE se ha estrenado con Esquerra o Bildu, pero el anatema de una alianza del PP con Puigdemont ya se ha producido en un terreno tan poco propicio como el Parlament catalán, con el noble objetivo de subir el sueldo de los diputados independentistas y constitucionales. Pese a los bramidos, los contendientes comparten oficio.

Solo falta mirar hacia arriba, donde tiene su casilla el monarca. Felipe VI lleva más tiempo en el cargo que Sánchez, y todos los presidentes con los que despache a partir de ahora serán menos expertos que el Rey. Al deshacerse de Rajoy, debió sentir el mismo alivio que Isabel II tras la jubilación de Churchill seis décadas antes, y en esta coincidencia acaban las comparaciones entre ambos estadistas.

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