Cuando el próximo sábado las gentes de la Vega Baja se echen a las calles de Orihuela podremos medir el éxito de la convocatoria, y en igual medida el fracaso de nuestra comarca. Siento tener que decirlo pero creo que es así. Y lo hago sin estar completamente de acuerdo con la Ley 4/2018 de Plurilingüismo, en cuyo debate nos podemos encontrar muchos y tener opiniones en común, pero desde la idea clara de que el rechazo al valenciano es un tiro en el pie. Ese sentimiento instalado en muchas personas de esta tierra no es más que una sinrazón que nos lleva lastrando años.

Al afrontar esta polémica, convendría empezar separando el grano de la paja. Y ya puestos la intoxicación de la información. Una cosa es la lengua, el valenciano en este caso, y otra cómo se plantea su enseñanza. Y politiqueo del malo, por no perder las formas, decir que quieren que acabemos hablando valenciano en la Vega Baja o moldear nuestra sociedad para acabar siendo independentistas catalanes, por mucho que al conseller Marzà pudiera encantarle la idea.

Que en la Vega Baja hablamos en castellano, y lo hacemos en nuestro particular habla de territorio de frontera, enriquecido por el panocho murciano y el valenciano, seseando y haciendo todo -ico, es un hecho -excepto Guardamar del Segura-. Nadie debería discutirlo, ni aquí ni en València. Y que en la Comunitat Valenciana se habla valenciano es otro que tampoco podemos discutir. En consecuencia, tampoco deberíamos poner en cuestión que tanto derecho tienen los que hablan valenciano a expresarse en su lengua como los que lo hacemos en castellano. Pero en la Vega Baja lo hacemos. Nos resistimos a entender esa realidad y que la administración debe legislar recogiendo los derechos de todos, como así lo han venido haciendo PSOE y PP cuando han gobernado la Generalitat Valenciana -que la memoria es corta, o interesadamente corta-.

De ahí, por ejemplo, que el valenciano sea requisito para ser funcionario en nuestra región, porque todos tenemos derecho a ser atendidos en nuestra lengua. Por tanto, renunciar a aprender valenciano es perjudicarnos nosotros solos, perjudicar a las generaciones futuras como lo venimos haciendo hasta ahora. Y esto se agrava si hablamos de la riqueza cultural de la que formamos parte históricamente (las calles de Orihuela que recorrerá la protesta están llenas de símbolos de ello) y que nos estamos perdiendo por dejarnos llevar por los sentimientos más que por las razones. En conclusión: aprender valenciano es útil y positivo. En lo profesional y en lo personal. Como lo es cualquier otra lengua o asignatura. Y en la Vega Baja también hay muchas personas que así lo creen aunque no se les oiga o no se les quiera escuchar.

Otra cosa, insisto en la necesidad de separar, es como se plantea la enseñanza del valenciano. Yo también comparto muchas dudas que se están poniendo sobre la mesa, y aunque curiosa o maliciosamente se esté haciendo dos años tarde. Como lo es que maestros y profesores estén debidamente preparados para impartir clases en valenciano, y también en inglés (que de esta lengua no se queja casi nadie y el caso es peor todavía). Que los niños tengan el nivel suficiente de comprensión de estas lenguas como para que no perjudique al aprendizaje de la materia, a pesar de que los centros puedan elegir las asignaturas. En que lengua se examinan. La adaptación de niños llegados de otros lugares. U otras.

Y a mí lo que me gustaría es ver algo tan sencillo y complicado a la vez como lo siguiente: que la Conselleria de Educación, los políticos de la Vega Baja con asiento en las Cortes Valencianas, las asociaciones de padres y madres y el profesorado de nuestra comarca dejen de tirarse los pupitres a la cabeza y se sienten a hablar. No en las calles ni las redes sociales. Y trabajando juntos para que esa polémica ley se mejore, atienda la particularidad de nuestra comarca y otros territorios de la Comunitat Valenciana, y garantice que la próxima generación ya domine perfectamente castellano, valenciano e inglés y, por tanto, garantice los derechos de todos y la igualdad de oportunidades independientemente del lugar donde nazcamos. En definitiva, hacer un uso correcto de la lengua, que las lenguas son básicamente para entenderse. Nunca para dividirnos ni enfrentarse. Trabajar todos juntos y entenderse, eso sí que sería un éxito.