Cabe afirmar, sin exageración alguna, parafraseando a Herodoto, que las Vegas Media y Baja, es decir, las históricas y célebres Huertas de Murcia y Orihuela, en conjunto el mayor regadío tradicional de la vertiente mediterránea española (casi 45.000 hectáreas, antes de la dentellada urbana), son un "don del Segura"; el río alóctono, de cabecera otrora copiosa, objeto de aprovechamiento exhaustivo, para abastecimiento y riego, en este dilatado oasis, aún sujeto al grave y permanente riesgo de sequías e inundaciones, rasgo esencial de la Región climática del Sureste Ibérico. Nace el Segura en un exiguo surgimiento de la jienense Sierra de Almorchón, la Fuente de las Palomas, olvidado habitualmente en favor de otro de más entidad, Fuente del Segura, que brota en el paraje de la Sima del Pinar o Pinar Negro de la también jienense Sierra del Segura. Desde allí hasta la desembocadura en Guardamar el río recorría más de 350 km y su cuenca excedía de 17.000 km2, magnitudes hoy reducidas, por la acción humana, a 319 km y 14.925 km2, respectivamente.

La minoración del curso resulta, sobre todo, de la corta de meandros o redención de vueltas. En efecto, sin excluir estrangulamientos de tangencia y por desbordamiento en las múltiples inundaciones de ambas vegas, la desaparición de los numerosos meandros de llanura aluvial es, primordialmente, fruto de la actuación humana durante más de cuatro siglos. Pocos de estos meandros eran estables -uno de ellos favoreció y amparó el emplazamiento de Orihuela-; pero, en su gran mayoría, eran móviles y, al tiempo que se exageraban, migraban aguas abajo. El planteamiento inicial de esta cirugía fluvial se remonta 475 años, cuando el Concejo de Murcia, para defender ciudad y huerta, de las avenidas del Segura, estimó necesario suprimir las vueltas que describía el río aguas abajo de la urbe. Treinta y tres años después, en 1577, con idéntica finalidad, Felipe II, a petición de dicho Concejo envió a Giannello della Torre, el famoso Juanelo Turriano, prestigioso ingeniero mecánico e hidráulico cremonés al servicio de la monarquía española; su opinión fue "que habían de enderezarse las vueltas del Segura". Desde entonces, la amputación de meandros sería una cuestión recurrente, con la principal dificultad en las necesarias compensaciones a los regantes afectados negativamente por aquellas. Transcurrido más de un siglo del informe de Turriano, en 1684 volvió a ponerse de manifiesto, con ocasión de una dañina riada, la necesidad de redimir vueltas; se trataba, en este caso, de las primeras de "28 que aguas abajo de Murcia formaba el río Segura en las tres leguas que en línea de aire separan a Murcia de Orihuela, demorando su curso en un rodeo de más de diez€" (Couchoud Sebastiá y Sánchez Ferlosio, 1965).

Con todo, el problema de los meandros subsistentes, particularmente en la Vega Baja, no tendría solución definitiva hasta la ejecución, luego del alagamiento de 5 de noviembre de 1987 y la subsiguiente promulgación, una semana después, del Real Decreto 4/1987, de 13 de noviembre, del Plan de Defensa de Avenidas del Segura. Entre las actuaciones propuestas, y desarrolladas, se halla la operación definitiva, canalización incluida, practicada sobre el curso del Segura entre la Contraparada y Guardamar; para, tras la redención de vueltas, asegurar y consolidar definitivamente el enderezamiento del trazado fluvial, de modo que, incrementando su pendiente longitudinal y sección, aumentara la capacidad de desagüe. Dicha intervención ha reducido la longitud del curso un 30 % -de 75 a 53 km- entre los dos puntos indicados, de manera que esa es la nueva longitud de recorrido en las Vegas Media y Baja; baste señalar, como dato adicional, que la superficie total de los segmentos de álveo o "colleras de buey" seccionados, rincones y sotos liberados en esta última fase sube a 70 hectáreas. Preciso es mantener y conservar, en evitación de boquetes y roturas, este cauce artificial, que ya ha cumplido la treintena.

Segregada en las postrimerías del siglo XVIII la cuenca del Vinalopó (2.340 km2), se redujo a los 14.925 km2 actuales la extensión de la del Segura. Inspirados en el modelo de Örtel (1584), los mapas de la escuela neerlandesa (Kremer, Blaeu) representan al Vinalopó, sin nominar, como tributario del Segura, al que afluiría aguas arriba de Rojales. Resaltemos, no obstante, que todos ellos cartografían la bifurcación del curso, es decir, la de sus crecidas, de manera que a la conexión con el lecho mayor o llano de inundación del Segura se añade la derivación hacia la Albufera de Elche. Más que mediado el siglo XVIII, el Mapa del Reino de Murcia (1761) de Tomás López Enguídanos refleja la susomentada difluencia, con la indicada subdivisión de avenidas. Siete lustros después, afianzados ya los saneamientos de los términos de las Villas Eximidas, en el Mapa del Reino de Valencia (1795) de Cavanilles el río-rambla, merced a la intervención humana, ha sido desconectado del Segura y desemboca, única y exclusivamente, en la Albufera de Elche. En efecto, la disociación del Vinalopó de la cuenca del Segura no fue consecuencia primordial de la dinámica fluvial; al contrario, se debió esencialmente al amplio e intenso proceso de bonificación del aguazal que transformó el llano de inundación del Segura en Vega Baja. Obviamente, una actuación de esa naturaleza no podía desconocer el problema de las llenas del Vinalopó, que afectaban al Coto de las Pías Fundaciones y al espacio contigua de Carrizales, colonizado, a imitación de aquel, por el duque de Arcos y marqués de Elche; en este ámbito, para obviar el problema indicado, terminó por canalizarse y desviarse el Vinalopó, que, a través del Azarbe de Cebadas, denominado asimismo de Arriba, del Niño o Nuevo, acaba, íntegramente, en la Albufera de Elche, desunido y separado por completo de la cuenca del Segura. En suma, no hay la menor duda que, hasta el último cuarto del siglo XVIII, las mayores crecidas del Vinalopó alcanzaron, al menos parcialmente, el Segura.

Sin embargo, la referida disociación total de cuencas no fue definitiva: dependiente por entero el extenso regadío ilicitano del caudal escaso, irregular y salino del Vinalopó, defraudadas, una y otra vez, las expectativas del Júcar; tras el éxito pionero de Nuevos Riegos El Progreso (1906), con ampliaciones posteriores, se otorgarían las concesiones, para elevación de aguas muertas y sobrantes del Segura, a la Real Compañía de Riegos de Levante (tres sucesivas, en 1918, 1919 y 1922, autorizaron a la sociedad a elevar 5,1 m3/s de sobrantes y 2,6 m3/s de azarbes); se añadirían luego las aguas de la Mancomunidad de los Canales del Taibilla para abastecimiento mediado ya el siglo XX y, después, cuarenta años atrás, la participación en el Trasvase Tajo-Segura. Así pues, desde comienzos de la centuria precedente, la conexión cambió de sentido y, con obligadas limitaciones, recursos hídricos vitales han venido y llegan a la cuenca baja del Vinalopó desde la del Segura.