Embergoñes, castellanización de lo que, en valenciano, sería «envergonyes» y que viene a significar «vergüenzas», es una torre hexagonal fechada/datada entre los siglos XII y XIII, de época almohade, aunque no se descarta que su antigüedad sea mayor. Tiene poco más de 30 metros cuadrados y se encuentra en una parcela de no más de 300 y que, desde 1949, está declarada Bien de Interés Cultural, por lo que no se puede tocar ni una piedra, ya que se correría el peligro de ser denunciado por lo que podría entenderse como expolio de una parte de la antigua muralla de la ciudad, que servía para vigilar la zona norte de la huerta de Orihuela, así como el cauce del Segura, para evitar ataques de los castellanos de Murcia o de los musulmanes de Granada, además de avisar de la llegada de intrusos a la ciudad. Es conocida también como la Torre del Cantón o de Don Ramón y «fue condenada» por Felipe V, junto con el resto de torres que bordeaban la ciudad, a su destrucción, como castigo a los oriolanos, que habían apoyado al Archiduque Carlos, lo que ejecutó el Cardenal Belluga.

La torre, hoy y después de pasar por muchas manos, es de propiedad privada, aunque los dueños -la familia Navarro, con la que, con alguno de sus miembros, ya hizo Cómodo «tratos particulares» de compraventa de un solar en la Calle Mayor de Ramón y Cajal- no pueden rehabilitarla, por lo costoso del proyecto -tampoco puede edificarse en ella, por su condición de BIC-, por lo que no se cierra a que sea el Ayuntamiento, que parece estar por la labor de hacerse con la titularidad de edificios en estado de deterioro y con cierto historial -recuérdese la iglesia de San Agustín- quien la adquiera para incorporarla al patrimonio municipal/cultural de la Muy Noble.

Lo que pasa es que, si nos atenemos a las actuaciones urbanísticas acometidas en los últimos años por los inquilinos de la Esquina del Pavo, relativas a la recuperación del patrimonio oriolano, nos daremos cuenta que dejan mucho que desear -sólo hay que fijarse en el estado, lamentable, que presenta uno de los palacios más esplendorosos y emblemáticos de Orihuela, el de Rubalcaba, y eso que es de propiedad municipal-, lo que no llama al optimismo, como lo demuestra el hecho de que en la casona del marquesado de Arneva nadie parece haberse interesado -¡digo parece!- por la compra, por ejemplo, de los palacios del Marqués de Rafal -que está en venta- o el del Barón de la Linde, deshabitado desde hace años. Con estos antecedentes, todo apunta a que la municipalización de la Torre de Embergoñes tiene más tintes de deseo que de realidad, pese a que se trata de parte de la antigua muralla de la ciudad, como lo es el Museo de la Muralla, en los bajos de la desparecida Casa del Paso -actual campus de las Salesas, de la UMH-, que se derribó pese a que, según los historiadores, los Reyes Católicos pernoctaron en ella, a su paso por Orihuela, donde hicieron cortes -en la iglesia de Santiago- para pedir fondos a los nobles oriolanos y que se destinarían a la reconquista de Granada. En la fachada de la citada iglesia existe una de las pocas granadas cerradas que hay en templos y edificios nobles de la época porque la capital andaluza todavía estaba bajo el yugo musulmán.

Hay cosas, ¡y casos!, que llaman poderosamente la atención en Orihuela, con respecto a la recuperación y conservación de su patrimonio histórico y cultural, y la Torre de Embergoñes podría ser un ejemplo. Mucho me temo que ésta edificación terminará durmiendo el sueño de los justos, si es que, en esta materia -la patrimonial- hay algún justo, porque estando la torre donde está -el Rabaloche o «Arrabal Roig»- despierta poco interés y me da que ni el más justo de los mortales está pensando en recuperarla, sino más bien todo lo contrario, abandonarla a su suerte. ¡El tiempo pondrá a cada uno en su sitio!