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Arturo Ruiz

Opinión

Arturo Ruiz

Helado el corazón

Hay quienes aseguran que el agrio debate de la investidura de Pedro Sánchez provocó la resurrección de las dos Españas antagónicas de Machado, pero en realidad no se habían marchado nunca. Durante la Transición se escondieron bajo el carrusel de renuncias y generosidades que permitió a este país entenderse. La derecha renunció a su victoria en la Guerra Civil y aceptó sentarse a una mesa con los derrotados y los derrotados rehusaron perseguir sus sueños de una nueva república. Pero ahora todas esas caretas han caído, y las dos Españas amenazan con helarnos otra vez el corazón en gran parte por culpa de la verborrea apocalíptica de Santiago Abascal, un camorrista que sueña con detener a todo el que no piense como él y proclama que los muertos en las cunetas están mejor enterrados y olvidados. El problema no es tanto Abascal como que nos dejemos arrastrar por sus majaderías: se deja arrastrar Pablo Casado, al borde de desterrar al PP de la tolerancia democrática. Pero también la izquierda, con un discurso como del 36 que saca a pasear sus mitos republicanos, desde Azaña hasta la Pasionaria. Todo esto no sirve para nada, claro: nos ancla en dos posturas irreconciliables. ¿La solución? La dio el inteligente Aitor Esteban (PNV): Toda vez que PSOE y Unidas Podemos han logrado formar gobierno, que gobiernen: para los jóvenes que han de emigrar a las cloacas de Europa, para las familias que levantan la persiana, para los curritos y los pensionistas. La esperanza -lo que ni el verbo airado de Vox ni el eterno problema de Cataluña dejan ver- es que aquí nadie de los que apoyaron a Sánchez quiere romper el sistema, solo hacerlo más justo; que el propio Sánchez ha diseñado un gobierno para tranquilizar a Bruselas y que Pablo Iglesias no es ningún leninista. Olvidémonos de Cataluña un momento (o que Rufián y Lastra se pongan a hablar de una vez) y pensemos que esta nueva mayoría parlamentaria tiene la virtud de integrar en el marco institucional a los que no hace mucho tiempo soñaron con derribarlo: a todas las españas periféricas, a los nacionalismos que un día fueron violentos y que ahora solo hablan desde las tribunas (qué error lo de Suárez Illana) y a quienes hace un lustro, en lo más salvaje de la crisis, se manifestaban en las calles y que son el origen social de Podemos: ahora están dentro de las instituciones y solo desde su seno pueden mejorar este país sin romperlo. Les podrá salir bien o mal, pero es su única oportunidad. Y la de todos para no acabar, una vez más, con el corazón helado. A trabajar, señorías.

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