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Semana y media

Andrés Castaño

Ya tenemos gobierno

Lunes

TRAGICOMEDIA EN TRES ACTOS (I)

Tras lo ocurrido este fin de semana en el Congreso, creo sinceramente que lo más saludable es adoptar una perspectiva folclórica y arrinconar la desesperanza, el tremendismo, la sobreactuación apocalíptica y otros tirabuzones retóricos exagerados. Por ejemplo, Pedro Sánchez se ha convertido en el primer gobernante desde Calígula que declara su intención de incumplir la ley, ya que es imposible entender de otra forma su afirmación de que hay que abandonar la «deriva judicial» en Cataluña. Obviamente, esto implica ordenar posición de descanso a la Fiscalía en cuanto los revoltosos se envalentonen de nuevo y regresemos al punto de partida, es decir Iceta, cien años dure. En realidad, las intervenciones de Sánchez hicieron justicia una y otra vez a quienes iban a investirle, un grupo de sediciosos convictos, otro de matasietes que justifican los crímenes de Eta y un batiburrillo de mercaderes que han vendido su voto por más privilegios como el PNV o una subvención de 30 millones a la provincia de Teruel aprobada veinte días después de las elecciones (una prueba elocuente de que Teruel existe gracias a monsieur D'Hondt y no a la filantropía presupuestaria).

MArtes

TRAGICOMEDIA EN TRES ACTOS (II)

Como todo este estrambote sería indefendible incluso para Judas Tadeo, el santo de las causas imposibles, la portavoz del PSOE ha contraatacado absurdamente acusando a la oposición de urdir un golpe mientras asentían sus compinches de Bildu y ERC, notorios paladines del Estado de Derecho. Entre los diputados no debe de haber ningún psiquiatra voluntarioso y nadie ha mencionado que la acusación era una clásica proyección freudiana o mecanismo del espejo. Supongo que a Revilla se le han atragantado las anchoas cuando, después de haber jaleado al Sánchez del «no es no», se ha visto estampillado con la misma letra escarlata que peligrosos golpistas como Casado, que ha tenido que dejarse barba para no parecer un monaguillo, o Inés Arrimadas y Ana Oramas, que pasarían fácilmente por secundarias de Mujercitas con vestuario de Zara. He conjeturado correctamente que Adriana Lastra recurriría al franquismo a continuación para apuntillar a la derecha autoritaria que se resiste al elixir del progreso. Es lástima que los políticos españoles malinterpreten sistemáticamente las dos recomendaciones de Churchill: si no sabes qué hacer, no hagas nada; si no sabes qué decir, di lo que piensas.

MIércoles

TRAGICOMEDIA EN TRES ACTOS (y III)

En una cámara de «hooligans», fue comprensible que los diputados socialistas celebrasen la investidura de Sánchez como si Iniesta hubiera marcado un segundo gol en Johannesburgo y los de la derecha adoptaran el rictus de un desamparado portero holandés. Pero sospeché que esta imagen no era la maqueta adecuada de la calle y hoy lo he comprobado en la cafetería del barrio, un cónclave razonablemente interclasista y tumultuoso en el que los informativos de televisión ejercen de detonante. Jamás participo en conversaciones políticas en lugares públicos, pero tampoco pierdo detalle porque allí los gestos son tan expresivos como el griterío. Y, a diferencia de lo ocurrido en el Congreso, la ira completamente desinhibida era la norma entre los parroquianos de derechas, que estrujaban su ensaimada como si fuera el gaznate de Sánchez, mientras que a los del PSOE les delataba el silencio torcido con que acogían el chaparrón. No hacía falta una encuesta de Tezanos para comprender su pugna íntima entre ese sentimiento vaporoso del «han ganado los míos» y una conciencia incómoda.

Jueves

EL COMINO

Tal vez Montserrat Bassa, la diputada que suplió a Rufián en la tribuna (nunca pensé que le echaría de menos), dio involuntariamemte con la clave: «Me importa un comino la gobernabilidad de España». La frase quedará grabada en el Diario de Sesiones con la misma impronta que aquella anotación en el Hansard de la Cámara de los Comunes: «El muy honorable caballero (el equivalente británico a su señoría) eructa y pide disculpas». Pero las disculpas denotan flaqueza de espíritu y ausencia de convicción, taras ajenas a nuestro fogoso parlamentarismo. Es imposible saber si la expresión adusta del Rey durante su discurso de la Pascua Militar reflejaba cierta nostalgia por la época en que los cominos importaban o melancolía por los insultos reiterados que había recibido desde la tribuna durante dos días sin que el banco azul ni la presidenta del Congreso hubiesen reaccionado ante el agravio. Intentando racionalizar la coyuntura, que la gobernabilidad de España dependa de un grupo tan interesado en ella como en los cominos sugiere un horizonte con la amenaza latente de que en cualquier momento Montserrat Bassa gire caprichosamente el pulgar hacia abajo y la legislatura expire como un carnaval cacharrero.

VIernes

LA TROPA

No va a ser un gobierno de Frankenstein, sino el del niño de los Adams, que nació con perilla y coleta. Por utilizar la metáfora borbónica, Pablo Iglesias ha provocado el primer dolor post-parto del nuevo Gobierno al explicar, algo tortuosamente, a Wyoming el referéndum consultivo en Cataluña, que es parte del precio pagado a ERC por su abstención. Aunque él lo llame pomposamente «pedagogía», es pura charlatanería ya que ni siquiera el editorialista de El País las tiene todas consigo y por ello sugiere a diario que la «coalición progresista» (antiguamente llamada «social-comunista») debería despejar cuanto antes algunas dudas razonables. Pero esto es tanto como pedir agua al desierto y odiarlo porque no llueve. Prescindiendo del carajal que implica un referéndum en el que ninguna de las partes está dispuesta a aceptar un resultado desfavorable, el Gobierno de Sánchez deberá gestionar la rutina colectiva con media docena de ministros cuyo catecismo es incompatible con las directrices de la UE y que sólo han pisado la calle para sujetar pancartas en las manifestaciones.

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