«-¡Siempre llegarás a alguna parte -aseguró el Gato-, si caminas lo bastante!».

«Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas» (1865), novela de Lewis Carroll .

Hemos entrado en el 2020 con muchas dudas e incertidumbres aún por despejar (la primera, si nos hallamos inmersos ya en una nueva década o, por el contrario, vivimos una simple ilusión numérico-astronómica y seguimos en el segundo decenio del siglo XXI), pero pese a todo y a algunos, parece que esto toma otro cariz. Quizás sea por el efecto de los regalos de Reyes o porque por fin va a haber un gobierno al frente de la nación de naciones, nacionalidades, regiones, cantones, mancomunidades y fideicomisos. Hecho este que, a su vez, es motivo de desazón y angustia en determinadas personas con sensibilidad a flor de piel: unos creen haber vislumbrado ya los primeros atisbos de la lluvia de azufre y fuego, mientras otros aseguran sentir bajo sus pies el crujir tectónico que presagia la desintegración del solar patrio (y Portugal, de rebote) cual moderna Pangea.

Sin embargo, todos estos fenómenos patafísicos, acrecentados desde la elección del mefistofélico Pedro Sánchez, pueden ser en realidad efectos de las turbulencias causadas por ondas gravitaciones procedentes de la mayor colisión cósmica entre dos estrellas -de neutrones, concretamente- registrada nunca, que aunque aconteció hace unos 500 millones de años, acaba de ser confirmada por científicos del LIGO. O quizás también podrían estar motivados por una pesada -y dilatada- digestión de los excesos navideños.

En cualquier caso, hay cierta sensación en el ambiente de que se está produciendo una especie de destaponamiento y de que las cosas comienzan a fluir tras un largo atasco. Y no me refiero en este caso a los alivios peristálticos tras las recientes fechas festivas. Se trata de determinados hechos y circunstancias que apuntan a que parece que, probablemente, avanzamos. Hacia dónde y con qué propósito y resultados son cuestiones que todavía no es posible vislumbrar, pero algo se mueve y si se mueve, es que algo acontece. Ya dejó escrito hace cien años Wittgenstein que el mundo es la totalidad de lo que acontece, de los hechos, no de las cosas; son las cosas las que configuran los hechos a partir de su combinación e interrelación. Habrá quien prefiera a Heidegger, con su ser, su ente y sus vericuetos ónticos, pero puede resultar una combinación fatal con los churros dominicales.

Total, que estamos expectantes ante el destaponamiento, ya que en el municipio ilicitano puede adquirir tal envergadura que lleve a la ciudadanía a pensar que realmente no solo hemos ingresado en la década de los 20, sino incluso en la de los 30 o 40. Ya lo ha anunciado el alcalde: vamos a tener más inversiones en dos años que en los veinte anteriores. Va a ser tal el ritmo de realizaciones, hechos y acaecimientos que hasta las ondas gravitacionales esas de la explosión sideral empequeñecerán ante este nuevo estallido cósmico con epicentro en la Plaça de Baix (será mejor tener a mano unas gafas de soldador para presenciar el fenómeno con seguridad). Asistiremos jubilosos al desatasco de esa monumental obstrucción de la cañería municipal, atorada en los últimos tiempos con tantos y tantos anuncios y proyectos no materializados, que habían formado una bola de no te menees (de hecho, no se meneaba).

Es de tal envergadura el desatasco que hasta se despeja el horizonte del hotel de Arenales, con las recientes sentencias favorables a su demolición, que ya es destaponar. Y se comenta en fuentes generalmente interesadas que lo de la fachada de El Progreso también podría quedar desatrancado en breve (entendido en términos de tiempo cuántico político), en un espectacular rizar el rizo del destaponamiento.

Lo del Mercado Central tardará un poco más, porque el atasco viene de la fosa séptica. Aún así, no pasó desapercibida a quienes se fijan en estas cosas la visita navideña que realizó el alcalde a las instalaciones provisionales, que no pisaba desde que accedió al cargo. Aguantó las críticas y malas caras de los placeros, en pos del acercamiento de posturas que posibilite que lleguen a un acuerdo con la empresa para que esta, a su vez, haga lo propio con el Ayuntamiento. Carlos González compró unas olivas aliñadas y un panet de figa para demostrar que el deshielo iba en serio. Incluso se mostró predispuesto a tomarse un agua mineral con gas en la clandestina terraza del bar para recalcar, aún más si cabe, ese espíritu dialogante y sostenible que preside su bipartito. Luego, en otro alarde de determinación al respecto, ordenó a la empresa que retire las vallas del entorno del edificio racionalista y que tape las excavaciones para dejar la zona expedita y lista para... lo que sea.

En esta cuestión, Pablo Ruz y el PP quieren tener también su destaponamiento particular: que el gobierno local de progreso progrese aún más en transparencia (si ello es posible) y les entregue el informe de Cuatrecasas sobre la viabilidad jurídica de la rescisión del contrato mercantil. Pero hasta ahí no ha llegado aún el efecto del desatascador. Les han dicho que lo están leyendo todavía, que hay muchos términos jurídicos, leyes, decretos, exhortos, jurisprudencia y todo eso, y lleva su tiempo hacerse una idea. Cuando lo acaben se lo pasarán, que solo tienen un ejemplar. O no, porque advierten de que el asunto está sujeto, de momento, a la Ley de Secretos Municipales Susceptibles de Dar Pistas a la Parte Contratante de la Segunda Parte En Caso de Conflicto (LSMSDPPCSPCC). En tal caso, a los populares no les ha quedado más remedio que acudir a la justicia, a ver si los jueces echan salfumán y fluyen las páginas del informe.

La situación, en cualquier caso, es tal que miembros del equipo gubernamental (que quieren mantenerse en el anonimato y que incluso hablan con la voz distorsionada y el rostro pixelado) aseguran que están asistiendo al nacimiento de un nuevo alcalde, todo determinación, decisión, atrevimiento e, incluso, osadía. Algunos ya se refieren a él como Carlos el Desatascador. En plan cariñoso y respetuoso, desde luego, y nunca en su presencia, pero lo dicen. Y los más antiguos creen ver incluso en la actitud de González ante este nuevo mandato una similitud con la productiva segunda etapa al frente de la alcaldía de su mentor, Diego Maciá, mayoría absoluta (de este) aparte.

Las licitaciones, adjudicaciones, obras y derivados de todo tipo y condición van a inundar la ciudad y las pedanías como si de una benefactora anti-DANA se tratara, consecuencia del colosal desembalse inversor que se nos viene encima. No salgan a la calle sin botas de agua y un chaleco salvavidas, por si acaso. Y no pierdan de vista las cañerías, no vayan a reventar con tanta presión sobrevenida. Avisados quedan.