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Joaquín Rábago

Estrategia o locura

Unos hablan de estrategia; los más, de locura, y hay quienes optan por algo intermedio. En lo que todos coinciden, sin embargo, es en la imposibilidad de predecir cuáles serán las consecuencias para el conjunto de Oriente Medio.

Me refiero, como el lector habrá inmediatamente imaginado, al asesinato por Estados Unidos, y al margen de toda legalidad internacional, del general iraní, Qassem Soleimani, auténtica provocación al régimen de los ayatolas, que no podía quedar sin respuesta por parte de Teherán.

Por el momento, ésta ha sido mucho más templada que lo temido por muchos - unos ataques con misiles contra bases estadounidenses en el vecino Irak- que por fortuna no han producido víctimas. Incluso se dice que Teherán había dado previo aviso a Bagdad para que así ocurriera.

El semanario alemán Die Zeit habla de "calculada estrategia" y lo basa en una conversación que uno de sus redactores mantuvo con un alto funcionario estadounidense que dijo haber visto personalmente la información de los servicios de inteligencia de su país sobre los aviesos planes del general contra las tropas de EEUU en todo el arco chií.

Como suele ocurrir en estos casos, los Gobiernos no aportan prueba alguna, argumentando que, el hacerlo, pondría en peligro la vida de sus informantes, o bien, como sucedió con el Irak de Saddam Husein, presentan pruebas falsas y esperan que la opinión pública las acepte sin más.

Según esa versión, el secretario de Estado y conocido halcón, Mike Pompeo, decidió incluir el eventual asesinato de Soleimani en un lugar destacado de la lista de opciones que presentaron al presidente Donald Trump como posible respuesta a los continuos hostigamientos iraníes, incluida la muerte de un mercenario norteamericano.

Y Trump se decidió por la opción más radical, que suponía una ruptura con la política más cautelosa seguida por los anteriores gobiernos de Washington, los de George W. Bush y Barack Obama, que pudieron acabar antes con la vida del general, pero temieron las consecuencias posiblemente desastrosas de tal acción.

Obama, el presidente que más odia Trump hasta el punto de que parece éste siempre decidido a borrar porque sí todo lo que aquél hizo, optó prudentemente en 2015 por firmar junto a europeos, rusos y chinos el pacto nuclear con Irán, del que se descolgó luego caprichosamente y sin contar con nadie su sucesor.

Asestar ese gran golpe a Irán, asesinando a su general más popular, era la mejor manera de torpedear el acuerdo y desairar de paso a los europeos, que intentan salvarlo contra viento y marea por considerar que ayuda a ganar tiempo y puede contribuir a la distensión en todo Oriente Medio y prevenir una peligrosa carrera de armamentos.

Frente a las tesis de los socios europeos, los halcones estadounidenses creen que Irán ha aprovechado desde el primer momento ese pacto nuclear para impulsar impunemente su política expansionista en la región, de la que Soleimani era el principal cerebro, y que ya era hora de frenar sus ansias hegemónicas con un golpe que nunca olvidaría.

Lo que ocurra a partir de ahora demostrará si esos cálculos de Trump y sus halcones son sólo lo que llaman en inglés "wishful thinking" - es decir, simples ilusiones. De momento el asesinato de Soleimani ha conseguido reforzar a los más duros del régimen, unir en torno a sus dirigentes al pueblo iraní, al que Washington sigue asfixiando con sus sanciones, y aumentar así el odio a EEUU en todo Oriente Medio.

Y no hay que olvidar tampoco al Estado islámico, al que Soleimani había combatido con indudable éxito en los últimos tiempos tanto en Irak como en Siria y que, tras la muerte del general, debe de estarse frotando las manos, pensando en la posibilidad que se le ofrece ahora de recuperar parte del terreno perdido.

¿Qué papel les queda a los gobiernos europeos en algo que los afecta tan directamente? Seguir llamando a todas las partes a la moderación, lo único a lo que parecen atreverse. O algo más difícil: intentar convencer a Trump y a los suyos de que Oriente Medio es un enjambre demasiado peligroso para dar palos de ciego.

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