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José María de Loma

Vicepresidencias

Más vicepresidentes que ventanas. Pedro Sánchez trata de diluir el peso de Iglesias en el Gobierno. Con tres vicepresidencias, el líder de Podemos era un tercio de vicepresidente. Ahora, con cuatro, es un cuarto, un veinticinco por ciento. O sea. Va a ser un Gobierno con muchos jefes y ya veremos con cuantos indios. Sánchez se venga de Iglesias, que ha ido cacareando, chismeando, pregonando, cuales iban a ser sus ministros, olvidando que esta (ir comunicando los nombres de los titulares de las carteras) es una querida prerrogativa (poder en estado puro) de cualquier presidente que se precie. Calvo, Calviño y Ribera tendrán vicepresidencias, lo cual de paso aprisiona entre mujeres de fuerte calado político a un Iglesias condenado de facto, ya veremos cómo evolucionan sus travesuras, a ministro de Asuntos Sociales en la práctica.

Sánchez ha creado en su vida política incertidumbres, a ratos, certezas. Ahora, vicepresidencias. A las vicepresidencias le sientan mal los apellidos. Los apellidos restan poder. El verdadero o verdadera vicepresidenta es la que no se apellida segunda o tercera. No digamos, cuarta. A lo largo de la historia ha habido muchos tipos de vicepresidencias. El vicepresidente de Estados Unidos no vale para nada ni hace nada y su función principal es decorar y sustituir al presidente si lo matan o tiene gastroenteritis. Guerra, Alfonso, fue el vicepresidente por antonomasia, o sea, el malo de la película que protege al bueno, que era Felipe.

En las comunidades autónomas se le da la vicepresidencia al partido socio y minoritario, se le adosa algún deber para que se entretenga y se ejerce el poder mientras el partido del vicepresidente languidece, igual que «Cuando la tarde languidece renacen las sombras / Y en la quietud los cafetales vuelven a sentir /El son tristón, canción de amor de la vieja molienda». Empieza con celos la relación de amor gubernamental de PSOE y Podemos. El presidente, pastor de los vicepresidentes, piensa estos días los nombres de los ministros y los ministrables y quienes aspiran a serlo miran el teléfono deseando que dé tono y que sea el inquilino monclovita el que llama. Los confirmados, como Alberto Garzón, Consumo, piensan a su vez en quiénes serán sus cargos de confianza. Se avecina pedrea. De cargos. De momento, en la escalera del poder está abarrotado el segundo escalón.

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