Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Joaquín Rábago

Los rebeldes de Hong Kong

Vaya por delante el rechazo que siento hacia el régimen chino, ese extraño híbrido de capitalismo explotador y comunismo represor que por su probada eficacia económico parece comenzar a gustar también a algunos en Occidente.

Pero ello no me impide hacerme acerca del movimiento masivo de protesta hongkonés, las mismas preguntas que se hace un conocedor de la región como es el periodista alemán Christian Y. Schmidt en un artículo publicado en la revista mensual Konkret.

En Hong Kong, explicaba Schmidt, hay motivos más que suficientes para la protesta: los alquileres son allí, según The New York Times, más elevados que los de Tokio, Londres o la propia Nueva York.

La culpa la tienen los grandes tiburones del sector inmobiliario como Lee Shau-Kee, a quien se le calcula una fortuna personal de 30.000 millones de dólares y que ocupa el vigesimonoveno lugar de la lista Forbes de los hombres más ricos del mundo.

Se trata de individuos sin escrúpulos que se han dedicado a acaparar terrenos que dejan luego sin edificar en espera de que sigan subiendo los precios.

En Hong Kong, nos recuerda también el periodista, el salario mínimo es de sólo 4,82 dólares la hora y casi una quinta parte de los ciudadanos vive en la pobreza.

Hong Kong es, señala, después de Nueva York, la ciudad donde se registra la mayor desigualdad de renta. Personas con estudios superiores se ven obligadas a trabajar hasta doce horas diarias como guardias de seguridad y muchos profesores universitarios tienen que vivir todavía con sus padres.

Hay motivos externos, reconoce Schmidt, que explican muchas de esas circunstancias: por ejemplo, el hecho de que cada vez más ricos de la China continental compren viviendas en la isla, lo que contribuye a que se disparen alí los precios.

A lo que hay que añadir el hecho de que esa zona bajo administración especial, cuya moneda está ligada al dólar y que mantiene relaciones especiales con EEUU, no ha dejado de perder fuelle económico.

En el segundo trimestre del año pasado, Hong Kong tuvo un crecimiento del PIB de sólo un 0,4 por ciento pese a que su impuesto sobre sociedades es de sólo un 17,5 por ciento, es decir, entre los más bajos del mundo.

Hong Kong no parece resistir bien la nueva competencia de otras ciudades chinas como Shanghái, Shenzhen o Chongking, y los principales perdedores son, dice Schmidt, los académicos porque los de la China continental están muy bien formados y hablan tan buen inglés como los de la ex colonia británica.

La frustración, cuando no ira, por tal estado de cosas, la descargan los hongkoneses, no contra los oligarcas de la isla, sino sobre los pobres chinos que llegan del continente y contra el Gobierno local, que está al servicio de los comunistas de Pekín y permite que entren todos esos forasteros. Contra unos y otros se dirige la violencia que vemos diariamente en las pantallas.

¿Cómo se explica, se pregunta Schmidt, que no hayan ardido coches de lujo en una ciudad que tiene uno de los mayores parques de limusinas del mundo, sino que se destrozaran por el contrario estaciones de metro, es decir servicios públicos?

Los medios occidentales hablan continuamente de "manifestantes pro-democracia" y puede que en muchos de los jóvenes que protestan en la calle anide ese anhelo de libertad, pero ¿justifica los ataques cada vez más frecuentes que sufren allí muchas veces quienes hablan mandarín en lugar de cantonés, que es el dialecto de Hong Kong?

Hasta ahora, que se sepa, los líderes de las protestas no se han distanciado públicamente de eso de esos actos que cabría calificar en cierto modo de xenófobos por dirigirse contra los de fuera aunque en este caso se trate también de chinos.

En su artículo, Schmidt critica la doble moral de la prensa occidental, que se escandaliza cada vez que unos manifestantes protestan violentamente contra una reunión del G20 , pero llama en cambio "luchadores por la libertad" a los responsables de los destrozos de tanta propiedad pública en Hongkong.

Manifestantes, estos últimos, que enarbolan la bandera de EEUU y piden q su presidente, Donald Trump, que los libere de la opresión comunista. ¡Precisamente a Trump, ese gran liberador de los pueblos!

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats