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Escenas de matrimonio de ministros

La presencia de los dos miembros de una pareja en el Gobierno de Pedro Sánchez, Pablo Iglesias vicepresidente, e Irene Montero en Igualdad, supone una inusitada concentración de poder en el mismo domicilio

Me chirría la anunciada designación de la pareja sentimental formada por Pablo Iglesias e Irene Montero como miembros del inminente nuevo gabinete de Pedro Sánchez. Lo veo inquietante. Me chirría tanto que estaba convencida de que uno de los dos daría un paso al lado, y se quedaría en ocupaciones de partido o de representación parlamentaria para que no se produjera la extraña confluencia de dos cónyuges en un mismo consejo de ministros. El intríngulis consistía dilucidar quién se sacrificaría para que el otro brille, qué ambición pesaría más. Y al final se ha optado por aquello de querer es poder, y que parezca un accidente (una confluencia), una cosa natural, incluso incuestionable, dada la brillante carrera política de ambos.

Me perturba la idea de Iglesias negociando la coalición con los socialistas, y dándole al líder socialista el nombre de la madre de sus tres hijos como ministra, mientras se adjudicaba una vicepresidencia. Pudiera parecer la definición preclara del nepotismo, sin quitarle a ella ningún mérito, que los atesora seguro, y que resplandecerían de igual forma en un Ejecutivo en el que no tuviera a su marido justo un peldaño por encima.

¿De verdad no hay nadie más en Unidas Podemos o en su órbita capaz de ponerse al frente de un ministerio o de una vicepresidencia? Toda la plana mayor del partido se ha colocado. El excelentísimo dúo Iglesias/Montero, que sometió a consulta de las bases la idoneidad de comprarse un chalet en las afueras, pero no la designación de altos cargos cuando llega la hora de la verdad, y que anunciaron el nacimiento de sus retoños a través de comunicados,va a ser lo más parecido a una numerosa familia real que resulte tolerable en este futuro revolucionario que aún no ha echado a andar.

En algunos países, las grandes empresas prohíben expresamente las relaciones amorosas entre sus empleados; al poderosísimo consejero delegado de McDonald's le echaron el pasado noviembre por ese mismo motivo. Más que los estragos de la pasión, tratan de evitar las consecuencias del desamor en sus cuentas de resultados. En España, sin embargo, la legislación consideraría nulo un despido basado en asuntos personales, y de hecho, según algunos estudios sociológicos una de cada diez parejas estables se formaliza en el ámbito laboral en nuestro país.

De manera que tal vez estamos preparados para tener un matrimonio con tantísimo mando en plaza, lo que no dejaría de resultar insólito si nos olvidamos de los Reyes Católicos, tanto monta, monta tanto. José María Aznar ya no era presidente del Gobierno cuando su sucesor, Mariano Rajoy, nombró ministro al alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, dejando vía libre a Ana Botella para presidir la capital. Carmen Romero fue elegida diputada en sucesivas elecciones, pero nunca ocupó un cargo ejecutivo por nombramiento de Felipe González. Ni siquiera los prebostes de Vox Rocío Monasterio e Iván Espinosa de los Monteros colisionan en la misma institución. Yo, la verdad, no recuerdo ningún caso de parejas sentadas en el mismo consejo de ministros, peleándose por un presupuesto, por un hueco en la foto de la inauguración, y por quién lleva al niño a la extraescolar. Me suena a guión de sitcom o de telefilme. Si al menos comparten coche oficial, algo habremos ahorrado.

Mientras les dure el cariño.

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