La expresión -según el autor que se consulte- se le atribuye a Sócrates, aunque fue Platón -alumno del primero- quien, al parecer, la recogió/utilizó/escribió por primera vez, ya que -según los eruditos en filosofía clásica griega- «el maestro» no dejó constancia escrita de esta máxima, que se incluía en una frase más larga: «Solo sé que no sé nada y, al saber que no sé nada, algo sé, porque sé que no sé nada». ¡Ale, ya me he quedao a gusto!. Y me pregunto, ¿habrá gente más sabia y sesuda que un filósofo sabio?. ¿Habrá gente con la suficiente modestia como para reconocer su cortedad intelectual?. ¿Será uno tan burro/pollino como para ir por la vida de sobrao, casi menospreciando a quienes realmente entienden de una materia?. Yo siempre me he tenido -por lo menos lo intento- por una persona que, como Sócrates, no tiene ni idea de muchas cosas, por lo que prefiero callar y aprender antes que hablar o, como decía Groucho Marx, «es mejor permanecer callado y parecer tonto, que hablar y despejar la duda».

Tengo la impresión -muy cuestionable- de que nuestra clase política se considera inmune a las meteduras de pata -¡se la resbala todo!-, porque ellos creen saber más que nadie, sin darse cuenta de que «un burro siempre será un burro, por mucho que estudie para ser caballo». Algunos no asumen que sólo tienen la inteligencia justa para pasar el día -o unas horas-, sin tener en cuenta que, más pronto que tarde, el sol sale para todos. Mi amigo Pepe Morago siempre alude a la «paciencia franciscana» para referirse a la gente que debería ser más cauta/prudente a la hora de hablar y actuar/conducirse, tanto en la vida pública como en la privada. ¡La humildad debería ser una de las cualidades de quienes se consideran servidores públicos! ¡La prepotencia no conduce a nada, rascachán!.

No hace mucho, entré en la tienda de un amigo. En uno de las laterales del local pude leer una máxima que me llamó la atención y pedí permiso para utilizarla. Decía: «No cobramos por lo que hacemos, cobramos por lo que sabemos. Campaña: no regales tu trabajo, dignifica tu profesión». Y me vino a la cabeza lo que hacen los políticos, aunque al revés, porque, en muchos casos, cobran por hacer lo que no saben hacer, con lo que no dignifican su profesión, siempre que su profesión sea la de político, puesto que, la mayoría de las veces se «ejerce la profesión de servidor público» asumiendo un rol en la sociedad que, en vez de dignificar, cuestiona muchas cosas, por ejemplo la eficacia en la gestión!.

¡Al toro, que es una mona!. Leí en el periódico: «La caída de palmeras con picudo pone en evidencia la actuación del Ayuntamiento». Resulta que la concejalía que dirige Angelito Noguera (Cs), Infraestructuras, se encarga de tratar y proteger los ejemplares en los parques y jardines de Orihuela y que la de Medio Ambiente, que lleva Damáso Aparicio, que está tratando las del palmeral de San Antón, es competente en el cuidado del Palmeral, en general. Pero, ¿qué pasa?; ¡pues que no se coordinan para aplicar el tratamiento que deben recibir los árboles, que están cayendo como moscas, hasta el punto de que la Generalidad de Joaquín I de Morella, que ha tumbao el Plan de Protección del Palmeral oriolano, ha autorizado talar ejemplares infestados por el bicho cabrón!. Recuerdo que un ex concejal del PP me echó en cara que denunciara la muerte de «La Carmen», una de las palmeras más altas y viejitas de cuantas había en Orihuela, tenía 180 años. El pepero me dijo que él era responsable de Medio Ambiente y que el cuidado de La Carmen correspondía a Infraestructuras, departamento que, entonces, «dirigía» Joaninasi López-Bas (Cs). A eso, creo, se le llama «escurrir el bulto» y «de mientras» las palmeras de Orihuela se mueren. Hay perras para «arreglar» el castillo -¡que me parece bien/perfecto!-, pero no para Rubalcaba y, mucho menos, para palmeras. ¡Solo sé que no sé nada!. ¡Ah, espero que los Reyes Magos hayan traído cordura/sensatez a nuestros políticos!