¡Año nuevo, gobierno nuevo! Al menos por esta vez. ¿O no? Porque cualquiera sabe si todos los comprometidos van a votar que sí o se abstendrán, o se lo piensan más. Todo hace prever que el rey Felipe VI ha propuesto un candidato a presidente; y los Reyes Magos nos lo van a dejar investido.

A Pedro Sánchez le han hecho una campaña las derechas y sus voceros como no se recordaba desde que salió elegido Rodríguez Zapatero. Cuando los españoles no nos creímos la versión aznarista de los atentados de Atocha. Los portavoces del PP y de Vox se han afilado la lengua, han rebuscado en las descalificaciones, y nos advierten del apocalipsis que se avecina con un gobierno «social- comunista». Inés Arrimadas insiste en la calamitosa línea estratégica de su predecesor y ha dejado pasar una ocasión de recuperar el centro, que difícilmente se repetirá. Habrá que esperar a la primavera para ver si el congreso de Ciudadanos pare una nueva estrategia. Todas las derechas han expresado un veto personal hacia Pedro Sánchez como candidato a presidente, y han hecho de eso una condición para negociar. Apelando incluso a la traición de los líderes socialistas regionales. Si a Rajoy se le caracterizaba por su capacidad de aguante -«el que aguanta gana»-; a Sánchez se le puede atribuir la constancia o la testarudez, si quieren, desde la primera vez que llegó a la secretaría general del PSOE. Lleva con tenacidad una auténtica carrera de obstáculos. El que lo sigue lo consigue, sería el nuevo aforismo de gobierno.

Las organizaciones empresariales se han mostrado relativamente comedidas. Lo que no dijeron cuando la reforma laboral que realizó Rajoy por decreto; ahora se acuerdan de que es preferible que las reformas sociales se negocien por los interlocutores. Aunque advierten que se puede agudizar la crisis económica. Se han publicado numerosos informes del Banco de España y de varios organismos internacionales admonitorios. Por lo que pueda suponer la presencia en el gobierno de Unidas Podemos. La llegada de estos al Ejecutivo les preocupa más que el pacto con los independentistas. Al fin y al cabo con los independentistas y la burguesía catalana, han pactado en numerosas ocasiones tanto Aznar como Rajoy y por supuesto Suárez, o González y Zapatero.

Ciertamente se puede decir que el año nuevo nos trae un gobierno nuevo. «Un gobierno progresista de coalición que sitúe a España como referente de la protección de los derechos sociales en Europa» han escrito los firmantes. Es la primera vez que dos partidos comparten el Ejecutivo de España. El Partido Socialista y un partido más a la izquierda, en el que se integra el antiguo Partido Comunista -Izquierda Unida- y los ecologistas. Unidas Podemos está mostrando, por ahora, un nuevo estilo prudente y sensato, sin declaraciones estridentes. Es como si Pablo Iglesias se estuviera entrenando para vicepresidente. «Los gobiernos de coalición son parte de esta nueva normalidad que tenemos que asumir con inteligencia y con generosidad. Y, sobre todo y ante todo, con vocación de compartir el poder para fortalecer a nuestras instituciones» han dicho.

El programa es ciertamente nuevo aunque solo fuera por la derogación de los puntos más lesivos para los trabajadores en la reforma laboral. Por decreto, como se hizo en la reforma, se recortará la capacidad del empresario para cambiar unilateralmente condiciones laborales y salariales, y recuperará el papel de los convenios colectivos. Revisar las causas del despido, incluido el despido por baja por enfermedad y de la contratación temporal.

Es nuevo en el sentido que argumentaba nuestro compañero de página Higinio Martín la semana pasada («Lo viejo y lo nuevo». INFORMACION, 29-XII-2019). Es distinto de la moderna «hegemonía futurista» que deriva en una entusiasta persecución en todos los ámbitos de la innovación, y en nuestra constante celebración del abandono de lo viejo en favor de lo nuevo y sorprendente. «A los hombres de otras épocas les parecía que solo era realmente actual lo que tuviera la suficiente antigüedad para acreditarlo». Y Martínconcluye, «lo cierto es que "nuevo" en sentido propio es solo lo que siempre da más de sí porque no se agota ni se consume, y, por tanto lo que no tiene sustituto posible ni deseable». «Así que desear un feliz año nuevo es también desear que no cambie todo lo que le da sentido al deseo de lo nuevo».

¡Feliz Año Nuevo!, y, en este sentido ¡Feliz Gobierno Nuevo!