No es que os tenga mucha fe, la verdad. La cosa ya se torció desde aquel lejano día en el que me disteis gato por liebre tergiversando «Scalextric» por «Pijama». Sinceramente, me costó lo suyo superar aquel disgusto, pero con el paso de los días pude entender que quizá, las prisas y el trajín de la noche, os habrían jugado una mala pasada. Lo peor fue cuando al año siguiente se repitió el cambiazo, en este caso por un puzle de 1000 piezas. Así que aquel «Scalextric» que nunca llegó fue la primera muesca en nuestra relación. Pero sería injusto por mi parte no reconocer que también tuvisteis alguna jornada de gloria. Imposible olvidar, por ejemplo, aquella mañana del seis de enero en la que, al despertar, vislumbré a los pies de mi cama la rueda de una preciosa bicicleta. Aquel año sí, lo reconozco, salisteis a hombros con dos orejas, rabo y vuelta al ruedo.

Además, con el tiempo os he ido calando y creo que incluso compartimos un sentimiento. Se os ve el plumero. No se entiende de otra manera, ese empeño vuestro por incluir siempre entre los regalos para mis hijos algún detalle del conjunto blanquiazul. Esa labor evangelizadora a la que, por muy mal que esté el equipo, nunca renunciáis y con la que me identifico plenamente. Sí, señor, macho Hércules -aunque gane-.

El caso es que, por unas cosas u otras, cada año os termino esperando con la misma ilusión con la que uno anhela el gol en cada córner. Así que ya estamos aquí un año más, preparados para escribir la cartita de marras. Este año os lo pondré fácil, nada de ascenso. Virgencita, que me quede como estoy. Eso sí, para compensar, os traslado también una petición algo más complicada para un conocido común. El tipo se llama Enrique y lleva 20 años enrocado con el mismo juguete. Lo peor es que, durante todo este tiempo, ha demostrado que ni sabe, ni quiere jugar. No termina de entender su mecanismo. Va cambiando piezas y moviendo fichas sin ton ni son; de momento se aburre y lo abandona; o se lo presta a un amiguete para que lo intente, para más tarde, sin saber muy bien por qué, volver a retomar la partida hasta que una mala jugada le hace empezar de nuevo. 20 años así, dale que te pego; bandazo tras bandazo. Una condena.

Por favor, por su salud y la nuestra, traerle otro juguete para que no sufra más; o en su defecto, al menos, buen entendimiento y ganas para jugar de una vez por todas como Dios manda. Me huelo que me llega otro puzle.