Comienza una nueva década con el arranque del nuevo año 2020. Y, desde luego, lo hace con un tono de misterio, y con muchas interrogantes, respecto a lo que nos va a deparar una nueva década, con grandes incógnitas respecto a cómo va a funcionar la sociedad y cómo lo van hacer los ciudadanos que la componen en nuestro país y en nuestro entorno europeo y mundial. Y los interrogantes vienen porque no siempre el progreso y mejora de la sociedad depende de los deseos, o de los intentos de que todo funcione mejor, porque se suelen introducir condicionantes y circunstancias inesperadas que truncan los buenos deseos de todos de que la sociedad dé pasos hacia delante y no pasos hacia detrás. En cualquier caso, la pregunta que también nos debemos hacer es si estamos preparados y formados para dar esos pasos hacia delante, y si sabremos hacerlo, o nos quedaremos parados en el ansiado progreso al que siempre debemos aspirar.

Con todo, los interrogantes ante lo que ocurrirá en esta próxima década, y aún más cercano en el próximo año 2020, desde muchos puntos de vista y perspectivas son variados, porque si miramos hacia detrás sí que nos daremos cuenta, aunque con gran temor, que la década que ahora hemos cerrado, la de 2010, se nos cierra de un plumazo cuando acaban de pasar nada menos que diez años. Una década un tanto complicada, porque hay que recordar que comenzó con una situación importante de crisis mundial y nacional que arrancó en el año 2007 y que se extendió hasta el 2014, más o menos, y de la que todavía existen secuelas, y muchas de ellas muy graves, porque las crisis económicas tremendas, como la que sufrimos hace unos años, dejan huellas en todas las personas y sectores, y ésta dejó tras de sí terribles daños en las economías de los ciudadanos, y en los trabajos, así como en los salarios. Porque debemos recordar que, por ejemplo, en la función pública conllevó una importante rebaja de los sueldos que nunca se ha vuelto a recuperar en su actualización, pese a recuperarnos de la crisis, quedando en el tintero esa bajada salarial para siempre y la pérdida del poder adquisitivo en la función pública que no llegó a recuperar la pérdida salarial que se produjo con la bajada de sueldos. Pero muchos ciudadanos perdieron sus trabajos lo que fue peor.

Parece, pues, que fue ayer cuando arrancó ese 2010 en el que vivimos un gran estado de preocupación por salir de la crisis económica y el parón importante que se produjo en todos los sectores, así como las dificultades que hubo para resolver el problema, al punto de que tuvieron que pasar varios años para empezar aquello que se denominó los «brotes verdes» en la recuperación. Lo que ocurre, sin embargo, es que pronto nos olvidamos de todo. De lo bueno y de lo malo. Y que aunque hayan pasado ya diez años nada menos, parece que lo tengamos a nuestras espaldas, lo que también provoca un cierto temor ante lo extraordinariamente rápido que pasan los años. A un ritmo vertiginoso que nos da cierto miedo en ese reloj tan inmisericorde que es el tiempo.

Pues bien, los interrogantes acerca de lo que ocurrirá en esta década son muchos, pero de lo primero que debemos ser conscientes es que aunque el destino pueda estar ahí, lo formamos nosotros con nuestras acciones, nuestras omisiones, e, indudablemente, nuestras decisiones. Porque estas podrán ser buenas o malas. Y de ello dependerá la conformación del destino de esta década.

Está claro que habrá descubrimientos que cambiarán el signo de la sociedad, y esperamos que lo sea en sentido positivo, no en negativo. De todos modos, resulta evidente que una cosa son los deseos de que toda la sociedad y todos los ciudadanos pongan sus miras y enfoques en aspectos en positivo, y otra lo que la cruda realidad nos puede hacer mostrar. Porque nuestros deseos está claro que van a girar hacia objetivos de mejora de la sociedad, de que las relaciones entre las personas sean buenas, de que reine la paz, que se acabe la violencia en todas sus amplias manifestaciones que ahora existen en la sociedad, y que reine la cordura y la concordia, así como el sentido común en todas las formas y expresiones en las que la sociedad y los que la componen se manifiesten. Y lo curioso es que la experiencia de los ciudadanos y los colectivos nos debería servir de rumbo y marco a seguir para no equivocarnos, por lo que ante las incógnitas que existirán ante lo que nos deparará la nueva década habrá que forzar todo lo bueno que tengamos y sepamos hacer para que sea positiva y provechosa esa nueva década que afrontamos.

(*) Vicente Magro Servet es magistrado.