Mi particular balance del año registra en el haber -dejemos que lo negativo se vaya la noche de San Silvestre- reiteradas visitas a ese monasterio del talento que se llama Torre Juana, desde el que Andrés Pedreño imparte su magisterio en nueva economía. He ido varias veces, solo y en compañía de otros, a escuchar sabias lecciones; y, quienes no tenían la fortuna de conocerle, han salido maravillados del torrente de ideas que fluyen en un momento de la cabeza del sabio profesor, hoy empeñado en su tarea de apóstol de la innovación a través de la inteligencia artificial.

Tuve el honor de colaborar con Andrés, ya hace años, en la organización de unas inolvidables jornadas tituladas La Vega Baja, espacio de futuro que los avatares políticos impidieron rentabilizar en actuaciones prácticas. Desde entonces, hemos mantenido una intermitente sintonía, intensificada durante los últimos tiempos como consecuencia del proyecto CulturÓpolis y alguna otra iniciativa conectada al mismo. Siempre consideró Pedreño, pues no olvida su origen murciano, que Orihuela y la Vega Baja mantienen una geolocalización estratégica en el Arco-eje del Mediterráneo entre las Comunidades de Valencia y Murcia. Un espacio natural, agrícola, turístico y patrimonial absolutamente privilegiado que recientemente ha sido sacudido por una catástrofe natural, unido al cambio climático y al atraso secular en materia de infraestructuras e inversiones. Estima asimismo que las inversiones y ayudas que por «derecho solidario» le corresponden a la comarca deben ser no solo paliativas, sino un instrumento para afrontar la modernización y futuro de la Vega en sus sectores más representativos. Y que, para ello, debe elaborarse ahora un plan de ejecución inmediata que permita visualizar a los ciudadanos y las autoridades un panorama radicalmente distinto.

En medio de la placidez ambiental de Torre Juana, no es difícil identificar la actual situación como oportunidad para afrontar un ilusionante y ambicioso modelo que permita afrontar y liderar los cambios de nuestro tiempo: transformación digital, atracción de talento y desarrollo de la economía del conocimiento aplicada a las ventajas competitivas y los sectores más emblemáticos de Orihuela y comarca, al objeto de lograr un gran efecto «tractor» en el conjunto de la población y la economía del territorio en términos de crecimiento y renta. Se trata de entender el entorno de la Vega Baja como un Distrito Digital de las tecnologías avanzadas aplicadas a la agricultura, el medio natural y el turismo ecológico. Es decir, realizar una apuesta de futuro que acometa con eficacia el atraso relativo de esta comarca respecto a espacios limítrofes (Alicante, Baix Vinalopó y Murcia), partiendo del concepto de acción integrada en torno a un medio natural sostenible, donde sea fundamental la atracción de talento y el impulso emprendedor.

En opinión de Pedreño hay dos vertientes absolutamente cruciales para el medio natural y la agricultura que deberán acometer todos los países y las regiones del mundo: la reconstrucción del medio con el apoyo y contribución de una agricultura sostenible y la regeneración de los suelos, a efectos de hacer frente al cambio climático; y la nueva revolución tecnológica que surge de la aplicación a la agricultura y la agroindustria de la inteligencia artificial y el data, internet de las cosas, blockchain, drones y redes 5 G. En nuestro caso, la reconstrucción del medio natural tendría entre sus objetivos prioritarios: concebir la Huerta de la Vega Baja como un espacio de valor en su producción agrícola, su patrimonio paisajístico y su contribución a la sostenibilidad del planeta; potenciar la optimización de recursos de la huerta en sus componentes lúdicos (paisajismo, turismo, huertos urbanos que se sumen positivamente a las estructuras existentes en la actualidad, respaldando e incentivando las buenas prácticas de los agricultores); ofrecer facilidades e incentivos a cultivos inteligentes y sostenibles; y ayudar a una regeneración de tierras y del ecosistema que se adapte de forma más óptima a las características climáticas de la zona, a efectos de minimizar impactos de DANAs, gotas frías, etc.; aplicación de las mejores prácticas internacionales de la denominada «agricultura de precisión», a efectos de optimizar la utilización de recursos y su productividad; fomentar e incentivar el fortalecimiento y competitividad de la agroindustria 4.0; automatización, personalización de productos, nuevos canales, logística y transporte inteligentes.

Y, por lo que se refiere al patrimonio y turismo, parece obvio a estas alturas el potencial de las tecnologías avanzadas y la capacidad de estas realidades en la comarca para generar sinergias importantes si se logra crear un ecosistema relevante que sea competitivo a nivel internacional. De ahí que, en las conversaciones de Torre Juana, surgieran dos ideas principales: creación de un Distrito Digital de Industrias Creativas que genere un modelo basado en el patrimonio, la cultura y el turismo, con la aplicación de las tecnologías actuales más avanzadas; y favorecer el emprendedurismo y establecimiento de startups y empresas tecnológicas, así como redes 5 G. Precisamente una vertiente de desarrollo del emprendimiento que está ligada a la siguiente propuesta: creación en Orihuela de un nodo que se convierta en base exportadora para el Área Mediterránea europea de tecnologías digitales aplicadas al patrimonio cultural.

Ojalá que estas y otras ideas derivadas del intercambio de opiniones que han tenido lugar en uno de los pocos exponentes vivos de la huerta alicantina adquieran cuanto antes fuerza de documento asumido por agentes económicos, sociales y administraciones e instituciones concernidas. Porque esta que comienza debe ser la década de la Vega Baja del Segura.

(*) Juan José Sánchez Balaguer es codirector de la Cátedra Iberoamericana de Industrias Culturales y Creativas (UMH).