Definitivamente no están de moda en el fútbol los colores blanquiazules. Las pruebas son evidentes. Terminando las primeras vueltas de todas las categorías, para coronar a los llamados campeones de invierno, o sea lo que en la Argentina sería la Apertura con título oficial de por medio. Ojo al dato, que diría García: en primera, Espanyol de Barcelona y Leganés de Madrid, ocupan los últimos puestos en la clasificación de primera división. Ambos clubes blanquiazules en su primera equipación, que hoy en día es cambiada en demasía por cuestiones meramente económicas por mandato de los patrocinadores. En la división de plata, el histórico Deportivo de La Coruña, no sale del pozo del último lugar y tiene todos los visos de ser equipo de segunda B. Y en la división de bronce, en esa Segunda B maldita, donde el Hércules lleva hundido y tocado durante seis largos años, el equipo blanquiazul alicantino no sale de los puestos de descenso ni aún con la última victoria en Tarragona ante el Nàstic. No acompañan los colores blanquiazules, únicamente la Real en primera salva el honor encuadrada entre los diez primeros. En segunda la Ponferradina, de infausto recuerdo, es el primer equipo con los colores blanquiazules.

Hasta tal punto llega la mala racha de los equipos que utilizan el azul y el blanco como equipaje oficial que pudiéramos encuadrar en este capítulo hasta a la albiceleste argentina con Messi a la cabeza, que llevan sin campeonar, como dicen en Hispanoamérica, décadas. Pero todo deba quedar en pura anécdota, en coincidencia temporal. Con la seriedad que requiere un análisis de las situaciones que viven los clubes mencionados, la cuestión cromática no parece ni mucho menos uno de los problemas a resolver para volver a tiempos mejores. Los colores fundacionales del Hércules fueron los blanquirrojos, adoptando los blanquiazules tras la fusión con el Natación, que era quien los lucía. Con ellos el equipo alicantino ha alcanzado metas históricas en su trayectoria, sobre todo en sus primeros años de vida, y al principio de la recién estrenada democracia y su Constitución del 78. Ergo los colores no deciden, acompañan y son un símbolo más de la institución a respetar.

Lo que no acompaña en el Hércules, valga la redundancia, es la compañía, aquellos de quienes se ha rodeado en los últimos años por mor de un destino fatal propio de sinos tétricos de piezas novelescas o teatrales. El destino del Hércules en el presente pasa por una posibilidad más que ajustada a la realidad de descender al abismo de la Tercera. La probabilidad de que esto no sea así al final de temporada en ningún caso se podrá vender como un éxito, sino como un fracaso más de quien manda, del dueño, digamos el armador, también de broncas, y quienes lo dirigen ocasionalmente, el capitán de la nao, que habrá de rendir cuentas al final de la travesía. Queda el próximo partido en casa ante el Ejea y toda la segunda vuelta para evitar lo que pudiera conllevar la desaparición de nuestro club, estandarte deportivo de la ciudad. En las manos en las que está se hace difícil ver una salida al final del túnel.