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Alexa nos escucha

Que levante le mano quien no haya mantenido un breve e intenso diálogo con la Roomba 960, ese encantador robot que barre los suelos y quita las pelusas. "Ven por aquí, cariño, que te has dejado esta parte del pasillo sin repasar". "No, no, no, así no, idiota, da la vuelta y entra por el otro lado, que por aquí te quedas atascado". Incluso imagino que ya se están incubando tiernas historias de amor entre Roomba 960 y sus usuarios. "Ven aquí, Roomba, vamos a abrir una botella de vino que hoy hace frío y el mundo se ha vuelto un lugar muy desagradable". Y ahí que se va el fiel Roomba 960 -resoplando como una vieja locomotora de vapor-, dispuesto a hacer compañía a su dueño -o dueña- en esas horas funestas en que el universo parece haberse confabulado contra nosotros. Incluso es posible que muchos de los diálogos que mantenemos con el esférico Roomba -tan desgarbado, tan obcecado, tan servicial- estén archivados en algún silo informático de la Nube, a la espera de que alguien -quizá otro robot, quizá un humano, quizá una mezcla de robot y humano- lleve a cabo una búsqueda aleatoria y descubra nuestra maravillosa relación con Roomba 960. "Venga, Roomba, Roombita, no seas tonto, ven aquí, con tu papi, y deja que te arregle esos cables que se te han quedado enredados". ¿Se podría chantajear a un presidente del gobierno o a una empresaria de éxito con esta clase de conversaciones? ¿Servirían para tumbar gobiernos o iniciar feroces revueltas populares? Todo es posible.

Los partidarios de la felicidad doméstica ("Hogar, dulce hogar") tenían hasta ahora a la fiel Siri, con quien podían conversar a través de los dispositivos de Apple, y por supuesto tenían también al silencioso y esférico Roomba, siempre tan flemático como esos mayordomos de novela de Wodehouse ("¿Alguna novedad esta mañana, Jeeves?" "No, señor, sólo ligeros disturbios en los Balcanes"). Pues bien, quienes charlan de filosofía con Siri y de fútbol con Roomba pueden ampliar el espectro de la convivencia hogareña con la incorporación de Alexia, que es el asistente virtual de Amazon y que según parece va a ser uno de los regalos estrella de estas navidades.

Por lo que he leído, las funciones de Alexa son bastante nebulosas, aunque eso no impide que millones de ciudadanos adultos estén dispuestos a introducirla en su vida privada. Uno coloca a Alexa en la salita de estar y le puede hacer preguntas, pedirle que toque música o consultarle las condiciones meteorológicas. Eso sí, no conviene meter a Alexa en el dormitorio ni en el baño porque Alexa tiene la mala costumbre de escuchar detrás de las puertas, ese feo vicio del servicio doméstico que tantas depresiones y disgustos provocaba en el pasado entre las clases pudientes. Y lo peor de todo es que los trabajadores de Amazon, con la excusa de mejorar sus dispositivos de voz, tienen acceso a todo lo que oye la fisgona Alexa, de modo que esos trabajadores pueden grabar esas conversaciones -o ruidos, o gritos, o acusaciones, o peleas, o apasionadas promesas de amor- y utilizarlas en beneficio propio o archivarlas a la espera de poder utilizarlas en su momento. Vivimos en una sociedad en la que todos somos chantajistas en potencia y al mismo tiempo víctimas de un chantaje. Todos somos al mismo tiempo acusadores y acusados, delatores y delatados. Y todos -voluntariamente, inconscientemente- nos hemos convertido en policías de la brigada secreta y a la vez en pobres diablos espiados y perseguidos y controlados.

¿Se dará alguna vez un caso de celos violentos entre la gélida Siri y el fiel Roomba 960? ¿Y qué papel podrá tener Alexa en medio de ese vasto vodevil de escuchas, confidencias, espionajes, envidias y confesiones involuntarias? Y no olvidemos que nuestro iPhone nos escucha -mi hija tiene pruebas de que su móvil se entera de muchas de sus conversaciones-, así que estamos introduciendo más y más personajes en nuestra vida doméstica, personajes que saben más de nosotros mismos de lo que nos atreveríamos a imaginar. ¿Llegará a testificar algún día Siri en un juicio? ¿Y Alexa, tan fisgona, tan chismosa? ¿Y Roomba 960, llegará algún día a desarrollar alguna clase de conciencia y de lenguaje articulado, como le pasaba al ordenador Hal del "2001" de Kubrick? Son preguntas complejas, sin duda, así que lo mejor que podemos hacer es preguntárselo directamente a Alexa. "A ver, dime, Alexa, ¿tú me escuchas? Dime la verdad, no me engañes. Y ahora confiesa de una vez, ¿tú me entiendes? ¿Me entiendes? Porque si tú me entiendes, si me entiendes de verdad, bueno, en fin, ya sabes€"

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