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Desde mi terraza

Mediocridad

¿Han visto la iluminación navideña de la Rambla? Una birria: escasa, antigua y pobre. Y paleta

¿Han visto la iluminación navideña de la Rambla? Una birria: escasa, antigua y pobre. Y paleta. Precisamente en un año en que muchas ciudades españolas han tirado la casa por la ventana (en Vigo se organizan excursiones en autobús desde los pueblos gallegos para ver la ciudad vestida de fiesta), en Alicante nos distinguimos por la eterna mediocridad. Como decía mi recordada amiga Pepa Gomis «Pudiendo hacerlo mal... ¿para qué van a hacerlo bien?». Desde hace muchos años una especie de maldición municipal nos persigue, cuando no es por una cosa es por otra; el lector recordará una de las últimas polémicas ciudadanas referida a la construcción de la nueva oficina de turismo justo al inicio del Paseo del Puerto, en el espacio que ocupó durante años un solitario tiovivo. Y en cuanto la estructura tomó cuerpo, los sufridos ciudadanos reparamos en que tapaba la vista del Castillo de Santa Bárbara puesto que era un mamotreto no muy alto pero lo suficiente como para cargarse las vistas. Se habló de desmontarlo pero la Generalitat, que es quien sufragó la inversión, dejó bien claro que sería el Ayuntamiento quien asumiría el coste del desmontaje, por lo visto similar en cifras a la nueva construcción; se deshojó la margarita para buscar un nuevo emplazamiento y, como nos temíamos, ya se anuncia la inauguración para Semana Santa. O sea que nos lo tragaremos de por vida. Y así un año, y otro, y otro... porque si tiramos de hemeroteca hay ejemplos para llenar un libro. Los alicantinos somos beligerantes, pero de reacción inmediata porque luego... nada. «Arrancá de caballo y pará de burro», nos tragamos lo que nos echen.

Ha costado quejas durante años conseguir que la ciudad esté un poco más limpia aunque no lo deseable; la nueva restauración del Teatro Principal se eterniza porque la Generalitat, nueva tercera parte de la propiedad, dice que el dinero aportado no comprende la asunción de la deuda pendiente (nueva piedra en el camino) y en este momento pasa por un farragoso papeleo que puede eternizarse. Y mientras tanto el teatro sigue deteriorándose, las castigadas butacas no tardarán en tocar el suelo y la única preocupación del concejal de Cultura es aumentar los ingresos, pasando el interés artístico cultural a un segundo plano. La jardinería del Portal de Elche está hecha unos zorros. Y el interés municipal por la adquisición del antiguo cine Ideal ha sido más bien escasa por no decir nula, a pesar de los esfuerzos de un colectivo muy luchador para que el céntrico espacio se convirtiera en municipal y para varios usos porque las medidas lo permitirían; y la Generalitat Valenciana no ha dicho «ni pío» al respecto, salvo un tímido interés claramente electoralista por parte de la vicepresidenta Mónica Oltra. ¡Pobre Alicante! La que pudo ser el Niza español ha sido y sigue desbancada por otras ciudades españolas. Ahí está el último ejemplo representado por un Málaga que hace veinte años era una cochambre y que hoy es la envidia del Mediterráneo, urbanística y culturalmente hablando, primero con el museo Picasso, más tarde con el museo Carmen Thyssen y ahora con la guinda del pastel aportada por Antonio Banderas y su nuevo Teatro del Soho. Eso se llama eficacia política.

Alicante ya ha perdido el tren. En sentido figurado, claro, porque el corredor del AVE Madrid-Alicante es el más rentable desde que iniciara sus trayectos. Si no fuera por este bendito clima, por el sol y esas playas que deberían cuidarse como si fueran el oro del Rhin... aquí no vendría ni el potito. Y como no quiero ser completamente negativo, que no son días, al menos podemos celebrar tres acontecimientos en los últimos años: la construcción del ADDA, gracias al entonces presidente de la Diputación, José Joaquín Ripoll, impulsor también del flamante Museo Arqueológico (MARQ), uno de los más valorados de España; y finalmente la increíble, por su rápida consolidación, Orquesta ADDA Sinfónica. Estos tres ejemplos nos hacen respirar y salir un poco de la mediocridad. Menos da una piedra.

La Perla. «Solo la gente mediocre luce su ingenio en las comidas» (Oscar Wilde)

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