La ruina de los bungalós de la calle Joaquín Turina de Monóvar ha traído consigo también la ruina a cinco familias monoveras, después de veintiocho años de vivir en donde ellos creían su hogar. Mucho les costó a estos trabajadores conseguirlo. Hipotecas, préstamos, ahorros y, sobre todo, sacrificios. Ahora, de la noche a la mañana, no tienen nada. Se les ha borrado, de golpe, parte de su pasado. Les queda un presente marcado por la tragedia y un futuro incierto.

Han vivido en una casa de papel sin saberlo. Problemas del suelo, una mala construcción, filtraciones, que ahora han salido a la luz, se apuntan como las causas del derrumbe.

¿Responsables? No los hay por los años transcurridos. Ni promotor, ni constructor, ni el colegio oficial de la cosa del ladrillo, querrán saber nada del asunto. Ahora las compañías de seguros y la Administración tendrán que dar la cara y su respuesta será determinante para que estas familias puedan rehacer sus vidas.

La legislación tampoco ayuda y los obstáculos han empezado a aflorar desde el mismo momento en que cayó el primer ladrillo. Ahora empiezan a manifestarse las muestras de solidaridad de los vecinos, pero esto no bastara. Se necesita que los poderes públicos asuman una realidad y es que las personas están desamparadas y «vendidas» ante situaciones como esta.