«Portillo, vete ya; Portillo, vete ya»... Y Portillo se fue. Y por segunda vez. Cuatro años después de su primera «retirada», en esa ocasión como futbolista, se repite la historia. Hace cuatro años, militando como ahora en Segunda B, todo el estadio pedía la cabeza de Portillo, y como en un circo romano, la misma fue entregada como sacrificio para amansar al pueblo. ¿Sirvió de algo?, ¿se logró subir de categoría? No. ¿Cuál era su pecado entonces? Porque no podemos olvidar que, hasta la llegada de Carlos Martínez, seguía siendo el máximo goleador en una temporada en Segunda B. Su pecado era ser el yerno de Enrique Ortiz, que nadie se traiga a equívocos. ¿Alguien me puede decir algún otro futbolista que haya colgado las botas y renunciado a parte de su contrato para calmar el ambiente de un club? Lo digo yo, ninguno. Los futbolistas, todos, cuando las cosas van bien, piden un aumento de contrato y, cuando van mal, se aferran a su contrato, alegando que ellos son profesionales. Retirarse a petición popular, jamás lo he visto. Portillo lo hizo, y de nada sirvió.

En estos cuatro años, y ya como Portillo como director deportivo, el Hércules ha alcanzado dos veces la final del «play-off». Aun así, los gritos de «Portillo, vete ya», se han escuchado cada vez que las cosas no salían como los herculanos soñamos, focalizando un problema estructural en una sola persona. ¿Cuál es su pecado ahora? ¿Haber arrancado de los propietarios dos millones de euros para confeccionar la plantilla? Eso es un mérito y no un demérito. La plantilla fue unánimemente aplaudida en verano y creo que, a priori, es la mejor de toda Segunda B.

Que las cosas no han ido como queremos es obvio. Pero, ¿la marcha de Portillo va a solucionar la situación? Lo digo ya: no. Estamos ante un problema deportivo, no ante un problema institucional. La plantilla está bloqueada mental y físicamente, y las turbulencias en la directiva, a corto plazo, tampoco ayudan. Además, no podemos dejar de lado que, con Portillo fuera, seguramente y es totalmente entendible, Enrique Ortiz no se involucre económicamente tanto como lo ha hecho este año. Porque el «pecado» de ser yerno de Ortiz redundaba en beneficio para el club en forma de una mayor inversión.

Hoy, muchas personas en Alicante andan con una sonrisa en la cara, saboreando la miserable victoria, para ellos, de ver rodar por segunda vez la cabeza de Portillo. Personas que cegadas por complejos, filias o fobias no se dan cuenta, o no quieren darse cuenta, de que la situación no va a mejorar. Personas que, si el sábado van al campo, se encontrarán desorientadas. Tras más de cuatro años gritando «Portillo, vete ya», no sabrán qué cantar. Propongo una idea: ¿Y si, todos juntos, decimos «Macho Hércules»?