El Congreso se constituyó ayer. Esta frase es fallida como comienzo de una columna. Espanta a los lectores, les hace torcer la mueca, tal vez pasar la página de papel o digital. El Congreso hasta en la sopa, ayer en todos los noticiarios. Congreso arriba, Congreso abajo. Yo para desintoxicarme de tanto Congreso me puse El irlandés en Netflix, que me quedaban cuarenta minutos. Con una San Miguel y jamón del bueno. La gente está viendo El irlandés como una serie, tres horas y pico de película. Me imagino a Robert de Niro en el Congreso, tal vez de disciplinado pero bronco a la vez, diputado de una mayoría gubernamental. A Joe Pesci lo intuyo más de asesor, a Al Pacino subido a la tribuna alentando a la movilización, tal y como hizo en su sindicato el personaje que él interpreta, Jimmy Hoffa.

Marcos de Quintos se peleó con uno de Vox. Ambos son un poco chuletas y me gustaría consignar también el nombre del voxero para hacerle justicia y darlo a conocer a los parroquianos de esta columna. Pero no sé quién es; ya ven que volvemos a la política nacional y abandonamos el cine, si bien ese cine es también cine político en cierta medida, del mismo modo que hay mafia, entiéndase, en las cúpulas de los partidos. La crítica está comparando mucho El irlandés con El padrino, pero yo soy más de comparar este Congreso con el de antes. El de antes era más manejable, no como ahora que hay cuarenta escaños que pertenecen a partidos a los que les gusta tanto la gobernabilidad o el concepto España (o repartir y ser solidarios), lo mismo que le gusta a Messi una patada en la espinilla.

-Oiga, a Messi o a mí mismo.

Muchos de los que ayer tomaron posesión de su escaño, que dejaron en él su fragancia y tal vez sus pedos, con perdón, se hicieron un selfie para inmortalizar el momento, que es un momento paradójicamente mortal y perecedero, ay, setenta me gusta en Instagram, red social mirada compulsivamente por el diputado o diputada novata en el tren de vuelta a su periferia. El Congreso ha echado a andar con su presidenta y todo, pero está por ver que la legislatura progrese, o sea, que haya investidura. Es un misterio casi mayor que el de la película de Scorsese, que terminaremos hoy de ver a la hora en la que los afanes del día están cumplidos o son frustración. Quizás con un café irlandés desde mi escaño favorito: el sofá.