Cuentan que un leñador se presentó a una oferta de trabajo en un bosque. Su entusiasmo le permitió que le contrataran enseguida y su primer día de trabajo fue fenomenal, consiguió cortar dieciocho árboles. El día siguiente con ilusión renovada, el leñador trató de superar su récord, pero muy a su pesar, solo consiguió cortar quince. Con tristeza comprobó que cada día cortaba menos árboles que el anterior y decidió compartir su desazón con el que le había contratado. Éste le miró a los ojos y le preguntó si había afilado el hacha y el leñador le contestó «¿Afilar?, no tengo tiempo para afilar, debo seguir cortando árboles».

Esta semana pasada tuvimos en las Cortes Valencianas una reunión de la Comisión de Radiotelevisión Valenciana y del Espacio Audiovisual. Se respiraba la misma sensación que tenía el leñador al comprobar como cada día cortaba menos árboles que el anterior. Los resultados son cada vez peores, algunos provocan sonrojo como el ranking de audiencias que la deja en quinceavo lugar de las trece autonómicas, es decir, incluso por detrás de las algunas cadenas autonómicas complementarias.

Hace poco más de tres años, se iniciaba un proceso ilusionante que aprobaba una Ley que tenía como objetivo «hacer efectivo el derecho de los valencianos y las valencianas a tener medios de comunicación audiovisual propios», pero esta misma semana pasada se debatía la continuidad del Consejo Rector, órgano director de la misma, por los bajos niveles de audiencia e ingresos por publicidad.

Yo ya he comprado la entrada para la última película de La Guerra de las Galaxias, me ha costado poco más de seis euros por lo que viene a ser dos horas y media de película. Un valor similar a lo que nos cuesta por día cada uno de los valencianos que ven À Punt. No se trata de obtener rentabilidad económica, pero sí de unos mínimos datos de interés como servicio público que nos permita justificar el modelo. Ahora mismo con ese menos de dos por ciento de audiencia no se da esa justificación y más con todas las necesidades existentes en nuestra Comunidad.

En cuanto a ingresos por publicidad, tal como fijaba la ley, el Consejo debería haber cesado al no llegar ni siquiera al veinticinco por cien de lo presupuestado. En clave de humor yo le comentaba al conseller de Economía Vicent Soler que, si él cogía un acordeón, el señor Vicent Marzà las maracas y yo un ukelele, éramos capaces de ganar proporcionalmente mucho más dinero en el metro.

El Botànic no pretendió construir unos medios de comunicación del siglo XXI, más bien trató de revivir la extinta televisión del siglo XX, Canal Nou, cuya gestión ha criticado, pero se ha dedicado a copiar casi milimétricamente y con casi el mismo personal. La ley que definió el modelo a seguir ha demostrado ser el peor enemigo de la cadena, definiendo dos organismos cada vez más enfrentados. Por un lado, con un Consejo Rector formado por personas con escaso conocimiento práctico del medio al tener que cumplir determinadas incompatibilidades y, por el otro, con una directora de À Punt que fue elegida por tener el Mitjà de Valenciano y por un proyecto que no sabemos si elaboró, pero que no ha puesto en práctica. A esto hay que añadir el error de blindar a los antiguos trabajadores de Canal Nou, imposibilitando a muchos profesionales incorporarse a la cadena.

Todo parece ir mal, pero en vez de afilar el hacha, el Botànic ha decidido facilitar que todo siga igual, ha mantenido al Consejo Rector, ya se han definido las bases para la contratación de un nuevo director, bases con los mismos errores que tuvo la anterior convocatoria. Bases que valoran en un cincuenta por ciento el proyecto presentado, proyecto que estará condicionado, dado que ya se ha preparado la convocatoria de oposición para los casi quinientos puestos de trabajo, que pueden ser compatibles o no con el proyecto a implementar.

Es imprescindible actuar en vez de esperar a ver qué pasa como pedía en pleno el conseller socialista. Toca parar y afilar el hacha, sino llegará el momento en que el leñador sea incapaz de cortar un solo árbol y sea dramáticamente despedido.