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El aquelarre de la política

El primer acto de esta nueva legislatura que arrancó en el Congreso tras las elecciones generales del 10-N volvió a confirmar lo que ya se ha convertido en un clásico. Una vez más se evidencia que ni en esta Comunidad ni en esta provincia pintamos demasiado cuando vamos camino de la Villa y Corte. Todo lo contrario. Nuestros diputados y senadores van a contar poco o nada en el entramado parlamentario de este mandato. Basta decir que de los 32 escaños que representarán a la Comunidad en la Carrera de San Jerónimo el que ostentará un cargo más importante en el hemiciclo será Ignacio Gil Lázaro, eterno diputado durante lustros de Alianza Popular y del PP antes de abrazar la fe ultraderechista de Vox. Será uno de los vicepresidentes de la Mesa del Congreso, el órgano de gobierno de la Cámara. Así que una de las grandes aportaciones valencianas a esta decimocuarta legislatura va a ser un diputado que se pasó años y años «chupando del bote» del PP, igualito que Santiago Abascal, antes de enrolarse en el radicalismo ultra para seguir cobrando sueldo público. Y todo ello mientras los diputados de Vox en las Cortes Valencianas se embolsan su salario sin ser capaces de presentar ni una sola propuesta alternativa a los presupuestos del Consell del Botànic.

Es sólo el punto y seguido de unos días que, en cualquier caso, nos han vuelto a aportar muchos episodios, demasiados, de lo alejados que están nuestros políticos de la realidad. Por ejemplo, el pasado lunes, la dirección provincial del PP convocó una comparecencia de Miguel Ángel Sánchez, portavoz adjunto de los populares en la Diputación, concejal de Crevillent y uno de los cargos con futuro al que Carlos Mazón quiere promocionar. El mismo día que arrancaba la cumbre del clima en Madrid, el dirigente del PP, precisamente diputado de Medio Ambiente y de Residuos Sólidos, en lugar de hablar del cambio climático, problema que crece y crece en preocupación para la gente, se apuntó a un clásico del PP: agitar el conflicto educativo para que la corporación provincial apoye en el pleno que se celebra hoy a la educación privada-concertada. Mientras Pablo Casado vive condicionado por la ultraderecha, Ciudadanos, todavía noqueado tras la debacle electoral, sigue sin encontrar su sitio en su gestión junto al PP. Ni en la Diputación ni en el Ayuntamiento de Alicante. Y, encima, con Toni Cantó e Inés Arrimadas empeñados en mantener por ahora el relato más duro de su discurso y decantados hacia los populares. Como si nada hubiera pasado tras haberse quedado encajonados dentro del bloque de la derecha sin que nadie los perciba como el centro al que ahora se vuelven a encomendar con el riesgo de terminar fagocitados de una forma definitiva.

No se salva tampoco la izquierda de este sainete de las últimas jornadas. Los socialistas y Compromís siguen sin resolver sus diferencias. Algo que es especialmente grave: son las dos fuerzas que gestionan la inmensa mayoría de las competencias del gobierno valenciano. Un conflicto que adelanta un nuevo pulso, como desveló este periódico, nada menos que con la disputa política por la vuelta del Hospital de Torrevieja a la red pública. Y todo ello adobado, además, de la preocupación en las filas socialistas por el goteo de informaciones sobre las subvenciones recibidas por el hermano de Ximo Puig. Pero también de la tensión creciente dentro de Compromís con todos los partidos que conforman la coalición con graves problemas. La batalla que se avecina por el control del Bloc con el conseller Vicent Marzà como uno de los protagonistas, el embrollo en el que se ha metido la marca ecologista de la coalición con la salida de Giuseppe Grezzi que deja el liderazgo en manos de la diputada eldense Cristina Rodríguez y los efectos colaterales de la sentencia por abusos sexuales a una menor contra un educador y exmarido de Mónica Oltra. Es evidente que la vicepresidenta y líder de Iniciativa nada tiene que ver con lo que haga esta persona a la que estuvo vinculada. Ni mucho menos. Pero sí es cierto, quizá, que la gestión desde la conselleria y la comunicación era muy mejorable. Y con todo esto encima de la mesa, Podemos, sorpresa por su apreciable labor en este inicio del Botànic II, sin liderazgo y con dificultades para visibilizar en Madrid su peso institucional en la Comunidad Valenciana. El aquelarre de la política.

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