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La andanada

Los ecos de una gala y una manipulación goyesca

Las resonancias de la gala taurina del pasado sábado siguen reverberando en el recuerdo de los muchos aficionados que allí se dieron cita. A veces uno no alcanza a estimar la importancia de ciertos asuntos hasta que los enfoca con perspectiva. Y entonces se da cuenta de que la de este año sumó la decimotercera edición desde aquella primera celebrada en 2007. Si se le suman las que, por formato y espíritu, se le equiparaban para la entrega de los premios Explanada de Alicante desde 2002, hablaríamos ya de una mayoría de edad espléndida, con dieciocho entregas que han mantenido un éxito de asistencia ciertamente encomiable. Detrás de todas ellas, la incansable labor de los aficionados de la Tertulia Taurina Amigos de Nimes, con José María Jericó a la cabeza, y también diferentes entidades que, en uno u otro momento, han apoyado el evento. Pero la constancia de estos aficionados ha resultado, desde luego, sumamente clave para que este acto se haya convertido en una de las citas obligadas de la afición a la fiesta en Alicante en lo que llevamos de siglo y un aglutinante de las diferentes asociaciones, pues esta última edición volvió a contar con destacados miembros del Club Taurino de Alicante, la Peña «Pacorro», la Asociación Puerta Grande, la Peña «El Renco» de Elda, el Club Taurino de Alcoy, la Peña Cultural Taurina Villenense, e incluso desde Murcia la Peña Taurina Yeclana y el Club Taurino de Cartagena.

Se perdieron ya aquellos trofeos que trataban de destacar la mejor faena y el mejor toro de la feria. La falta de implicación de algunos toreros y las constantes trabas para conseguir cuadrar fechas y confirmar asistencias provocaron, sin duda, que los Amigos de Nimes centraran sus galardones precisamente en la diversidad, como se ha podido comprobar en la actual edición. Para reconocer, por ejemplo, el tesón de la Asociación Cultural Taurina Moralet en defender su tradicional suelta de vaquillas, que también es un tesoro de la tauromaquia en el más amplio sentido del término. O la labor de difusión del Canal Toros de Movistar, con especial acento en Germán Estela, una de sus cabezas visibles en las cuantiosas retransmisiones taurinas, y que hace gala de su alicantinismo siempre que se le presenta la ocasión. No es mal asunto que sea también profeta en su tierra. O para destacar a quienes colaboran en los actos organizados por los aficionados, como la Banda Sinfónica Municipal, cuyo director actual, José Vicente Díaz Alcaina, recogió el galardón. O, finalmente, para reconocer a un torero al cumplirse los veinte años de su alternativa, como el caso de Antonio Pérez «El Renco», quien mostró su emoción al ser recordado por los aficionados cuando ya lleva varios años apartado profesionalmente del mundo taurino. Y todo ello ante más de un centenar de asistentes, entre los que se contaba con una nutrida representación del toreo de la ciudad, como Manolo Carrillo, Francisco José Palazón, Juan Oliver y su hijo Álvaro, Paco Cervantes, Arturo Blau Espadas, el cartagenero Manolo Juárez o Pablo Sáez «Chicorro».

Y frente a la luz de esta gala, las sombras de la manipulación hacia todo lo taurino. Le ha vuelto a tocar en esta ocasión a Francisco de Goya. Ni después de casi dos siglos de su fallecimiento dejan descansar a quien quiso que muchos le conocieran como «Don Francisco, el de los toros». A raíz de una exposición de dibujos del artista aragonés con motivo del segundo centenario del Museo del Prado han vuelto a surgir las espurias interpretaciones de su visión taurina. En lugar de una más que demostrada afición y casi devoción por la tauromaquia (queda constancia incluso de su amistad estrecha con Pepe-Hillo), los conservadores José Manuel Matilla y Manuela Mena han vuelto a llevar a cabo una interpretación extemporánea de la obra del pintor de Fuendetodos para mayor gloria de la modernidad animalista. Ya había ocurrido hace tres años con motivo de otra exposición monográfica del pintor. Parece que, para aceptar la genialidad de artistas antiguos, haya que deturpar su esencia y modelarla según unos principios tan posmodernos como estúpidos. Así andamos de atontados.

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