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José Emilio Munera

¿Cuarto poder?

J. E. Munera

¿Quién reconstruye la ruina?

En la semana del vigésimo aniversario de la toma de control del Hércules por el empresario Enrique Ortiz, el equipo y la entidad atraviesan la peor situación deportiva de sus 97 años de historia: en posición de descenso a Tercera, roto y desnortado tras una inversión propia de un club que quiere volver al fútbol profesional.

Es doloroso, pero tiene lógica. Cuando el nepotismo y la arbitrariedad priman sobre el mérito y la capacidad, es normal que la consecuencia sea este descalabro del club alicantino, en serio peligro de disolución si se consuma la pérdida de la categoría tras salvarse de milagro y casualidad en los despachos por la fallida reclamación de siete millones de euros por la Comisión Europea.

La insólita escena de la plantilla y el cuerpo técnico pidiendo perdón al herculanismo en la negra noche del pasado domingo por el desastre de La Nucía es la mejor imagen de la descomposición que viven el vestuario y la institución. Una imagen incompleta por la ausencia y el elocuente silencio del director deportivo Javier Portillo, arquitecto de esta plantilla y de sus múltiples carencias. Mientras el capitán Ismael Falcón -el único jugador esta campaña a la altura de este escudo centenario- y el atribulado entrenador Jesús Muñoz presentaban sus disculpas y propósito de enmienda a la afición en la puerta 0 del Rico Pérez, el yerno de Ortiz prefirió dar la callada por respuesta y eludir cualquier explicación del desastre.

Hay silencios atronadores que anticipan un fin de ciclo. De nada ha servido la intervención racial del accionista Juan Carlos Ramírez para intentar «poner firme» a la plantilla e insuflar un «balón de oxígeno» al director deportivo. Su propia historia persigue al empresario vasco desde que en marzo de 2017 despidió al entonces entrenador Luis Tevenet, seis días después de cerrar filas con el técnico sevillano y propinar un «tirón de orejas» a la plantilla.

De un tiempo a esta parte, y con la bendición de Ortiz, Ramírez y Portillo forman un matrimonio de conveniencia en el accionariado del club, pero el tiempo y el crédito se les agotan. El antecedente del Castellón, actual líder de la categoría tras varios años en las catacumbas de Tercera, es perfectamente aplicable a este Hércules hundido en el campo y extraviado en los despachos. Sólo el mercado de invierno se abre como una puerta a la esperanza para corregir las múltiples deficiencias de esta plantilla deshecha en todas las líneas, carente de liderazgos y con jugadores que tienen sueldos del fútbol profesional y rendimiento de aficionados. ¿Quién va a dirigir esa renovación a fondo del vestuario? ¿Seguirá Portillo al frente por el bien de la familia unida? ¿Aguantará Muñoz esta presión en su primera experiencia como entrenador de un equipo con aspiraciones?

Puede que la respuesta a tanto interrogante de unos dirigentes acostubrados a sacar el paraguas y esperar a que escampe sea la de dar un ultimátum de cara al próximo domingo ante el Olot o confiar en el milagro de una improbable resurrección, pero eso sería tanto como ganar tiempo rumbo a ninguna parte, o lo que es lo mismo, avanzar a toda máquina hacia la catástrofe. El pánico ya se extiende entre la afición y se cuela por todos los rincones del Rico Pérez.

Y no hay peores aliados del miedo que el inmovilismo y el silencio.

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