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¿Qué pasa en América Latina?

La incapacidad de los dirigentes latinoamericanos para asentar una economía próspera

Una oleada de protestas y levantamientos populares recorre estos últimos tiempos las repúblicas de América Latina: Chile, Argentina, Ecuador, Bolivia, Perú y recientemente Colombia€. tanto en países con gobiernos de derecha como de izquierda. Y muchos nos preguntamos qué es lo que realmente está pasando en esta región. No es, desde luego, fácil entenderlo. Pero, sin duda, unos movimientos de esta entidad no se producen sin que medien causas y cambios profundos en esos países, y es necesario volver los ojos a las transformaciones económicas, sociales y políticas que han experimentado esos países en las últimas décadas para tratar de encontrar en ellas las razones de fondo de la profunda crisis que están atravesando. En la primera década de este siglo, en América Latina se implementó un modelo de economía nuevo denominado por algunos teóricos como "neoextractivo", que consistió en una especialización de sus economías en la producción y venta en los mercados internaciones de materias primas en una coyuntura de alza de precios de esas materias. Las posibilidades sociales y políticas que ese modelo suponía para región fueron grandes. E incluso América Latina pudo salvarse de la Gran Recesión y llegó a hablarse del milagro económico latinoamericano. Pero la realidad, como demuestra la penosa situación actual que están padeciendo, es que aquella favorable coyuntura no fue aprovechada. De hecho, ese modelo supuso un cierto aumento del gasto social en el PIB y crecieron los salarios mínimos y los reales y se produjo incluso una cierta movilidad social ascendente, mientras los países industrializados se sumían en la grave crisis financiera y económica causada por la Gran Recesión. Pero aquella coyuntura era, sin duda, el momento propicio, quizás el mejor que la región había tenido desde la independencia, para asentar estados y gobiernos fuertes que, además de poner los pilares para establecer verdaderas democracias, fueran también estableciendo las bases para acabar con la pobreza y la desigualdad que dominaban en aquellas sociedades. Pobreza y desigualdad con las había que acabar no solo por razones de justicia social, sino también como base para poder establecer economías modernizadas con una mayor diversificación para no seguir dependiendo exclusivamente del modelo extractivo e ir estableciendo un desarrollo sostenible con protección de los recursos naturales. Sin embargo, esas políticas económicas y sociales no llegaron a tomar cuerpo de manera clara y continuada, bien por razón de medidas incorrectas, bien por la oposición de las élites económicas y sociales de aquellos países, que veían sus intereses y dominio social tradicional en peligro con la modernización que se trataba de llevar a cabo. Baste recordar que esos cambios suponían, entre otras muchas medidas, establecer un sistema fiscal progresivo y conceder derechos laborales a la masa de la población trabajadora. Las transformaciones que posibilitaban aquella coyuntura económica idónea o no se hicieron o se hicieron solo a retazos, de manera incompleta, y solo, y en cierta medida, beneficiaron a funcionarios o trabajadores formales, o sea, solo aproximadamente a menos de la mitad de la población, y el resto siguió viviendo en condiciones precarias y dentro del sector informal, sin estabilidad contractual y con ingresos bajos, sin que se pusiera fin ni a la pobreza dominante ni a la acentuada desigualdad tradicional en aquellos países. Son, pues, países que a pesar de aquella coyuntura favorable con ingresos elevados del Estado no lograron crear un sistema de servicios públicos de calidad y accesible a la mayoría. Ni la educación, ni la salud, ni las infraestructuras mejoraron con aquellas potenciales posibilidades que aportaba el alza de precios de sus materias primas. Sin embargo, las élites económicas pudieron mantener sus patrimonios e incluso aumentarlo y las clases medias se ampliaron, mientras las clases populares siguieron viviendo en condiciones precarias. Cuando en la segunda década de este siglo aquellas condiciones cambiaron radicalmente con la bajada del precio de las materias primas aquel edificio inestable ha terminado por venirse abajo, y los gobiernos de la región han tomado medidas drásticas, muchas de ellas inspiradas por el FMI y otros organismos internacionales, que han recaído sobre las espaldas de los sectores sociales más débiles, que han mostrado su descontento y su protesta por la situación llevándolos a la calle. Sin duda, la década anterior fue la de una gran oportunidad para las transformaciones estructurales en positivo de la región. Por eso, hay quien ya la considera como la "década perdida" de América Latina.

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