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Mariola Sabuco

Opinión

Mariola Sabuco

Los padres y los límites

Ayer fue Sara quien murió a manos de su pareja, en Tenerife, de una cuchillada en el cuello. Ella es la víctima número 52 de este año. Terrible, solo tenía 26 años. Su agresor, 29. Muchos estamos descubriendo, de un tiempo a esta parte, cuán equivocados estábamos. Creímos que la violencia machista era cosa de hombres mayores, de más de 70 años. Pensábamos que se iría acabando de forma natural gracias al relevo generacional. La realidad de las cifras deja semejante argumento en una mera ilusión. Los jóvenes, y especialmente los adolescentes de entre 12 y 15 años, son cada vez más machistas, más posesivos y las denuncias por violencia hacia sus novias y parejas crecen alarmantemente. La ley de violencia de género, quince años después, no ha sido el escudo que deseábamos y los programas de igualdad en los centros educativos no parecen surtir efecto. Puede que nos estemos centrando, equivocadamente, en la teoría y no en la práctica. ¿Combatimos el acceso libre a páginas porno que presentan a la mujer como un simple objeto con el que practicar gimnasia sexual? ¿Luchamos contra las canciones que bailan nuestros jóvenes y en cuya letra se justifica la violencia? «No es culpa mía si me porto mal, que es lo que buscas si te me acercas más...». (Si me porto mal, Dasoul). «Quiero una mujer bien bonita callada que no me diga naaa, que cuando me vaya a la noche y vuelva en la mañana no me diga naaa. Que aunque no le guste que tome, se quede callada y no diga naaa». (La muda, Kevin Roldán, Cali y El Dandee). Lo más fácil sería censurar. Cuánto daño puede estar haciendo el reguetón en mentes vulnerables y jóvenes. Claro que el rock no siempre ayuda. «Cada aliento que tomes, cada movimiento que hagas, cada atadura que rompas, cada paso que des, te estaré vigilando. Oh, ¿no puedes ver que tú me perteneces?....». (Every Breathe you take, The Police). La violencia está en la calle, en el cine, en la literatura, en la música, en los videojuegos. Nos rodea. Todos contribuimos a ella. Pero hay límites y deben estar claros. No podemos permitir que se crucen, de la ficción a la realidad. La educación empieza en las familias y los padres tenemos una gran responsabilidad.

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